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El primer día de agosto llegó como un susurro en la brisa cálida del verano. Riko estaba sentada en el sofá junto a Aika, concentrada en una partida de su consola.

—¿Cuántos días faltan para el cumpleaños de mamá?—preguntó Riko, mirando de reojo a Aika.

Aika, sintiéndose un poco atrapada, trató de evitar la conversación.

—En realidad, no estoy segura —respondió, buscando desviar la atención.

Riko la miró con una mezcla de confusión y determinación.

—Aika, ¡quiero celebrar su cumpleaños aquí! —insistió, sus ojos brillando de emoción—. ¡Sería tan divertido!

Aika se sintió dudosa, tratando de encontrar una manera de salir de esta situación.

—No sé, Riko. No creo que sea buena idea. Tu madre...

Pero Riko no estaba dispuesta a rendirse. Con un movimiento rápido, hizo lo que ella sabía que siempre funcionaba: levantó las cejas y puso una expresión de puchero.

—Por fiiiis, tía Aika. Solo quiero que se sienta especial ese día.

Aika se sintió conmovida, sintiendo que su resistencia se desvanecía ante esa mirada.

—Lo pensaré, ¿de acuerdo? —respondió finalmente, aunque sabía que estaba en problemas.

Riko sonrió, satisfecha con la respuesta, y volvió a su consola, donde ya había olvidado el tema.

Aika, por su parte, se sintió abrumada por la idea de planear una celebración. No era que no quisiera hacer algo bonito para Rikako, pero la idea de enfrentar sus sentimientos y la complejidad de su relación con ella la inquietaba.

Desde la zona del comedor, Rikako estaba distraída con su celular, ajena a la conversación entre Aika y su hija. Aika la miró de reojo, preguntándose si alguna vez podría encontrar el valor para enfrentar lo que sentía.

—¿Qué debería hacer? —murmuró Aika para sí misma, mirando por la ventana.

Se sintió atrapada entre el deseo de hacer feliz a Riko y el miedo a enfrentar la realidad de sus propios sentimientos.

La tarde avanzó mientras Aika luchaba con la idea de organizar algo para el cumpleaños de Rikako, una celebración que la llevaría a confrontar todo lo que había estado evitando.

Riko, ajena a la tormenta interna de Aika, continuó jugando, riendo y disfrutando de ese momento de complicidad. Pero Aika sabía que la decisión de celebrar el cumpleaños de Rikako no solo afectaría a Riko, sino que también significaría dar un paso hacia un futuro incierto.

Aika suspiró profundamente y se giró hacia Riko.

—Está bien, Riko. Haremos algo para el cumpleaños de tu madre —anunció, sintiendo que había tomado una decisión que cambiaría todo.

Riko giró la cabeza, sus ojos brillando de alegría.

—¡De verdad! ¡Gracias, Aika!

Aika sonrió, aunque el nudo en su estómago seguía presente. Sabía que lo que había comenzado como un simple cumpleaños podría convertirse en algo mucho más grande.

Mientras Riko regresaba a su juego, Aika se quedó pensando en cómo haría que el cumpleaños de Rikako en su casa no fuera una situación incómoda.

Mientras Aika reflexionaba sobre cómo organizar el cumpleaños, su teléfono vibró. Era un mensaje de Suwa, y no pudo evitar sonreír al leerlo.

—¿Cómo va el plan maestro para ser la madrastra perfecta? —preguntó Suwa, con su habitual tono burlón.

Aika suspiró antes de responder.

—Te cuento... cedí ante la petición de Riko de "prestarle mi casa" y ayudarla a organizar una celebración para el cumpleaños de Rikako.

Suwa respondió casi al instante, sorprendida.

—¿En serio? ¡Vaya! Esa niña sí sabe lo que le conviene. Tiene en la palma de su mano a una señora que no sabe decir que no y que, además, tiene dinero.

Aika no pudo evitar reírse.

—No puedo negarme a esos ojitos. Es una experta en manipulación emocional.

—Y tú, la víctima perfecta. Solo espero que no termines organizando una fiesta descomunal.

Aika frunció el ceño, divertida pero un poco estresada.

—No quiero que esto se vuelva una locura. Conociendo a Rikako va a preferir mantenerlo sencillo.

Suwa no se detuvo, aprovechando cada oportunidad para hacer bromas.

—Ay, Aika, relájate. Es solo un cumpleaños. Además, ¿no crees que te viene bien un poco de locura en tu vida? ¡Deja que esa niña te lleve de la mano a la diversión!

Aika suspiró de nuevo, esta vez con una sonrisa.

—Tal vez tengas razón. Pero no me hagas responsable si terminamos haciendo una fiesta de cumpleaños de cinco estrellas.

Suwa respondió con una serie de emojis de fiesta.

—Bueno, lo que sea. Solo asegúrate de guardar un trozo de pastel para mí.

Aika no pudo evitar sentir que, tal vez, todo esto podría ser divertido después de todo.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora