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Aika estaba acurrucada en el sofá de su casa, con Rikako a su lado. Habían estado disfrutando de una tarde tranquila, simplemente compartiendo un momento juntas. Aika jugueteaba con los dedos de Rikako, sonriendo suavemente mientras la otra le devolvía una mirada algo tímida pero cómplice.

—¿Sabes? —dijo Aika con una sonrisa juguetona—. Me encanta cuando podemos estar así, solo tú y yo. Sin preocupaciones.

Rikako le respondió con una sonrisa leve, sus ojos brillando por el cariño que se había asentado entre ellas en esas últimas semanas. Rikako se inclinó hacia Aika, apoyando su cabeza en su hombro mientras la abrazaba con suavidad.

—A mí también —murmuró Rikako—. Es… reconfortante. Como si todo lo demás no importara cuando estamos juntas.

Aika deslizó sus dedos por el cabello de Rikako, disfrutando del contacto suave. Sus labios rozaron la frente de Rikako en un beso tierno y lleno de cariño, sin decir nada más. Rikako suspiró, acurrucándose más cerca, como si quisiera detener el tiempo y fundirse allí mismo.

—Aunque… —Rikako rompió el silencio de repente, con un suspiro un poco más serio—, he estado pensando en lo que pasó con Sakurauchi.

Aika la miró, sintiendo cómo el ambiente de tranquilidad comenzaba a cambiar. Aún así, no soltó su mano.

—¿Sí? —preguntó Aika, manteniendo su tono suave pero atento.

—Quizás deberías levantar cargos —continuó Rikako, su voz más firme de lo que Aika esperaba—. No puedo soportar la idea de que algo así vuelva a pasar. — admitió Rikako, mientras pasaba su mano por el enrojecido cuello de Aika, sobando una curita que cubría una marca de uñas.

Aika se tensó por un momento, pero tomó la mano de Rikako que yacia en su cuello para acariciarla, como si intentara calmarla.

—No sé si eso sea lo mejor… —susurró Aika, intentando no sonar demasiado evasiva—. No quiero que esto pueda afectar a Riko. No quiero que se vea envuelta en esto.

Rikako se quedó en silencio unos segundos, pensando, antes de asentir suavemente contra el pecho de Aika.

—Lo que decidas, Aika, te apoyaré. —Rikako posó su mano en la mejilla de Aika y se acercó a ella para dejar un beso fugaz en sus labios.

Aika apretó a Rikako contra ella, agradecida por su comprensión. Mientras las luces del atardecer llenaban la sala con un tono cálido, ambas se quedaron en silencio, disfrutando de la cercanía del momento.




Unos días después, Aika caminaba a la tienda más cercana para comprar algo de chocolate pues Riko se lo había terminado, sonrió al recordar a la niña con carita de perrito regañado pidiéndole perdón.

De repente sintió una mano fuerte que la tomó del brazo. Giró de inmediato, su cuerpo tenso por el susto, para encontrarse con Sakurauchi, quien la miraba con una mezcla de desesperación y miedo.

—Aika, por favor… —susurró él, apretando más su agarre—. No levantes cargos. Haré lo que sea, pero no me arruines… Piensa en mi hija, en Riko.

Aika apartó la mano de Sakurauchi con un movimiento brusco, sintiendo un torrente de emociones en su interior, pero manteniendo la calma exterior. Aunque quería gritarle, sabía que lo mejor era mantener el control.

—No voy a levantar cargos —dijo finalmente, con voz fría y cortante—. Pero mantente al margen, Sakurauchi. Lo único que te pido es que seas un buen padre para Riko. Si vuelves a cometer algún error, lo lamentarás.

Sakurauchi, visiblemente nervioso, asintió rápidamente antes de alejarse sin decir una palabra más. Aika lo observó irse y, aunque el alivio era palpable, algo dentro de ella le decía que ese capítulo aún no estaba cerrado.

A medida que pasaban los días, Aika empezó a notar algo extraño. Rikako y Riko aparecían con menos frecuencia en su casa, y cuando lo hacían, las conversaciones eran cortas y llenas de evasivas. Rikako, especialmente, parecía más distante, volviendo a ese viejo hábito que Aika conocía demasiado bien: evitar preguntas incómodas.

Una tarde, Aika decidió confrontarla.

—Oye, Rikako… —comenzó Aika, tratando de sonar casual—. Te he notado diferente. ¿Está todo bien?

Rikako la miró por un breve segundo antes de apartar la vista.

—Han sido unos días complicados, nada más —respondió, su tono más apagado de lo normal—. No te preocupes, Aika. Todo está bien.

Aika frunció el ceño, sintiendo que una oleada de frustración comenzaba a subirle por la garganta. Sabía que Rikako estaba esquivando la pregunta, como solía hacerlo en el pasado. Era justo eso lo que las había distanciado antes, y temía que estuvieran cayendo de nuevo en el mismo patrón.

"¿Otra vez volviendo a lo mismo?" pensó Aika, mordiendo el interior de su mejilla para no decir nada que pudiera empeorar la situación.


Los días seguían pasando y Rikako solo se veía más cansada y seguía negando que algo estuviera ocurriendo. Aika quería ignorarlo, pero también veía diferente a la pequeña Riko. En cuanto tuvo la oportunidad de estar a solas con ella, decidió preguntarle.

—Riri, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Te he visto triste ¿por qué? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—Es que... —dudó por varios segundos, pero la comprensiva mirada de Aika le transmitió un poco de confianza. —Creo que mi abuela está enojada con mamá —dijo Riko, mirando distraidamente el control entre sus manos—. Han estado peleando mucho últimamente. No sé por qué, pero mamá está triste.

Aika sintió que algo en su estómago se hundía. Conectó los puntos rápidamente y lo entendió. Sin embrago no podía evitar estar un poco dolida porque Rikako, en lugar de compartirlo con ella, había vuelto a su hábito de cerrarse.

Esa noche, Aika se sentó en su cama, pensando en todo lo que había sucedido. La frustración seguía presente, pero esta vez decidió que no dejaría que las cosas se desmoronaran tan fácilmente. Tenía que hablar con Rikako, y esta vez, no aceptaría evasivas.

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⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

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Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora