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Aika se encontraba revisando los últimos informes del día cuando recibió una notificación en su teléfono. Era un mensaje de Suwa: "Entonces, ¿le ofreciste tu consola a la hija de Rikako? Te superaste, Aika. Tan generosa como siempre, ¿eh?". Aika soltó un suspiro. Sabía que Suwa nunca perdería una oportunidad para recordarle lo tonta que estaba siendo al involucrarse, de nuevo, en los asuntos relacionados con Rikako.

Antes de que pudiera responder, la puerta de su oficina se abrió, y Arisa entró con una sonrisa cargada de malicia. Aika ni siquiera necesitaba preguntarle qué estaba pasando, la expresión de su amiga lo decía todo.

—¿Qué quieres, Arisa? —preguntó Aika levantando una ceja, ya sabiendo la respuesta.

—Oh, nada —respondió Arisa, dejándose caer en una de las sillas frente a su escritorio—. Solo vine a ver cómo está mi querida amiga después de ofrecerle su consola de lujo a la hija de su ex. ¡La misma consola que juró no prestar a nadie! Duraste bastante antes de dejar que Suwa la tocara. Me sorprendes, de verdad.

—No empieces —replicó Aika, aunque una sonrisa se asomaba en sus labios—. No fue como crees.

—¿Ah, no? —Arisa la miró con escepticismo—. Entonces explícame, porque tanto Suwa como yo estamos intrigadas. En serio, ¿quién eres y qué hiciste con Aika?

—La niña solo mencionó que le gustaría jugar con ella, y fue algo espontáneo. No es la gran cosa.

—¡Ajá! —exclamó Arisa con teatralidad—. ¿Y ahora se la vas a llevar a la casa, o cómo es la cosa? ¿Tu consola, esa misma que según tú es tu bebé? Solo falta que le regales las llaves de tu precioso carro.

—No, no. La niña tendría que venir a mi casa para jugar. Y eso es lo que realmente no debería haber ofrecido… —admitió Aika, llevándose una mano a la frente—. Pero ¿has visto esos ojos? Son los de Rikako, solo que en miniatura, y me miraba con esa expresión de... "Aika, eres la mejor persona del mundo". No pude evitarlo.

—¡Por supuesto! Los ojos, claro. Eso lo explica todo —Arisa rodó los ojos, riéndose—. Estás completamente perdida, amiga.

—Ya, ya... De verdad, fue solo para ser amable. No significa nada —dijo Aika, cruzando los brazos en un intento fallido de mantenerse firme.

Arisa se inclinó hacia adelante con una mirada burlona y cómplice.

—Oh, claro. Nada. Porque tú siempre invitas a la hija de tu ex a tu casa para jugar con tu consola, como cualquier día normal, ¿verdad?

Aika abrió la boca para replicar, pero Arisa la interrumpió, sacando su teléfono y mirándolo con una sonrisa traviesa.

—Vaya, parece que Suwa me acaba de escribir... ¿"Ya molestaste lo suficiente a Aika?", me pregunta.

—¡No! —Aika lanzó una mirada de pánico y frustración—. ¡No le cuentes nada de esto!

—Mmm, no sé... Podría no decirle nada... si prometes dejar de hacerme preguntas incómodas sobre Takatsuki —Arisa la miró con ojos entrecerrados, claramente disfrutando de la situación.

Aika rodó los ojos.

—¿Otra vez con eso? —murmuró. Luego, en un intento por desviar la conversación, añadió—: Hablando de Kin, ¿no te parece que...

—No cambies de tema —Arisa la interrumpió rápidamente, levantándose de la silla y lanzándole una sonrisa traviesa—. Pero bien jugado, Aika. Muy bien jugado.

Aika se llevó las manos a la cara mientras Arisa se marchaba, las risas de su amiga resonando en el pasillo. Entre Suwa y Arisa, sentía que su vida era un continuo juego de burlas, y aunque a veces la hacían reír, en otras solo le recordaban lo patética que se sentía.

Suspiró profundamente, dejándose caer sobre su escritorio. No podía negar que la situación con la hija de Rikako la tenía más confundida de lo que quería admitir. Y lo peor era que, por mucho que se lo negara a sí misma, no podía decirle que no a esos ojos que tanto le recordaban a los de Rikako.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora