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Aika se despertó con una resaca monumental que la hizo arrugar la cara al sentir la luz del sol atravesar las cortinas. Se giró, tratando de esconderse de la claridad, pero el estruendo de su cabeza hizo que se rindiera. “¿Qué demonios pasó anoche?”, pensó mientras se arrastraba fuera de la cama, sintiendo que cada movimiento era un esfuerzo monumental.

Mientras se miraba en el espejo, notó lo despeinada que estaba. Su cabello, un revoltijo de mechones, parecía un nido de pájaros. —Genial, simplemente genial— murmuró, tratando de recordar lo que había hecho. Solo fragmentos vagos emergían en su mente: risas, música, y la sonrisa encantadora de Rikako

Tras una lucha con su malestar, Aika se dirigió a la cocina para prepararse un desayuno ligero. Mientras buscaba un vaso de agua, algo pegado en la puerta de la nevera llamó su atención. Se acercó y lo encontró: una nota de Rikako.

“Hola Aika,

Solo quería agradecerte por hacer de tu cumpleaños una celebración tan increíble. Nunca pensé que podría divertirme tanto y me recordó lo afortunada que soy de tenerte en mi vida. Espero que hayas disfrutado tanto como yo.

Con cariño,
Rikako”

Las palabras la conmovieron, pero también la llenaron de confusión. “¿Fue todo eso real o solo una consecuencia del alcohol?”, se preguntó mientras guardaba la nota. Miró a su alrededor, como si el espacio pudiera brindarle claridad. “Espero que no haya hecho nada demasiado vergonzoso”, pensó, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.

Al día siguiente, en la oficina, Aika encontró a Rikako en la cafetería, tomando café. La sonrisa de Rikako parecía aún más brillante que de costumbre, y Aika sintió un tirón en su pecho. Se acercó, deseando que la conversación fluyera con naturalidad.

—Buenos días Rikako, ¿como estás después del fieston de antier? — preguntó Aika, intentando mantener un tono casual.

—Me siento bien, realmente me divertí mucho—, respondió Rikako, sus ojos chispeando. —Aina se encargó de llevarnos a casa. ¡Esa mujer tiene un sentido de la dirección impresionante, considerando lo ebria que estaba Kanako!

Aika rió, aliviada de escuchar que Rikako había tenido una buena noche. Pero en su interior, seguía sintiéndose inquieta. —¿Me puedes decir que pasó en la disco? No recuerdo muy bien y no quisiera perderme de mucho—, indagó, esperando que Rikako revelara más detalles.

—Solo lo básico, bailamos, reímos… oh, y hubo un momento gracioso cuando Kanako trató de hacer un brindis y casi se cae de la silla—, dijo Rikako con una risa, sin darse cuenta del leve sonrojo en las mejillas de Aika. Sin embargo, Aika se sonrojó más al recordar que Rikako le había estado muy cerca, casi como si fueran inseparables.

En ese momento, Rikako soltó una pequeña anécdota sobre cómo Aina tuvo que manejar porque ellas estaban demasiado “alegres”. Sin embargo, Aika no podía evitar sentir que había algo más en esa noche que no podía recordar. Se mordió el labio, luchando contra la tentación de preguntar directamente sobre lo que había pasado entre ellas.

Finalmente, la frustración ganó. —Rikako, ¿podemos hablar de lo que pasó anoche entre nosotras? Lo siento, pero no puedo recordarlo—, Aika se armó de valor, sintiendo cómo la incomodidad llenaba el aire.

Rikako pareció tensa por un segundo, como si la pregunta la hubiera tomado por sorpresa. —No estoy segura de qué quieres decir…— empezó a decir, pero su mirada evasiva la delató. —Solo fue una noche divertida, Aika.

—Pero… ¿siento que hay algo más? Como si… como si nos hubiéramos acercado más—, insistió Aika, su voz casi temblando.

Rikako bajó la mirada, sonrojándose ligeramente. —Disfruté mucho la noche, eso es todo. No quiero que se complique más—, dijo, pero su voz sonaba más suave de lo habitual, como si sus defensas estuvieran cediendo.

El silencio se instaló entre ellas, pesado y cargado de tensión emocional. Aika sintió que había una chispa en el aire, una conexión que no podía ignorar, pero ambas parecían estar atrapadas en sus propios miedos y dudas.

—Solo… no quiero perder lo que tenemos—, murmuró Aika, antes de que la conversación se convirtiera en un mar de confusiones.

Rikako levantó la vista, un destello de comprensión en sus ojos. —Yo tampoco—, respondió, su voz tan suave que Aika apenas pudo oírla.

Ambas se quedaron en silencio, sintiendo que el ambiente había cambiado, como si la noche anterior hubiera dejado una huella imborrable en su relación, pero ninguna de las dos se atrevió a dar el siguiente paso.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora