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Los días posteriores a la tranquila noche que compartieron Aika y Rikako fueron relativamente normales. Aunque no hubo grandes conversaciones ni cambios significativos, algo en el ambiente entre ellas parecía haber avanzado, aunque fuera solo un pequeño paso. Sin embargo, la paz no duraría mucho.

Un evento escolar de Riko las llevó nuevamente a cruzar caminos con Sakurauchi. Aika y Rikako se habían ofrecido a ir juntas, en parte para apoyar a Riko, pero también porque ambas preferían enfrentar esa situación complicadamente familiar con el respaldo mutuo.

El lugar estaba lleno de padres, algunos conversaban animadamente mientras otros observaban a sus hijos en las canchas deportivas. Todo parecía tranquilo hasta que Aika lo vio: Sakurauchi, acercándose con una expresión que apenas ocultaba su disgusto.

—Vaya, pero qué sorpresa —dijo Sakurauchi, su tono cubierto por una capa de sarcasmo apenas disimulada—. Las dos juntas… una vez más.

Aika tensó los hombros, pero antes de que pudiera responder, Rikako intentó mantener la compostura.

—Estamos aquí por Riko —respondió Rikako, cortante, pero manteniendo la calma—. No hagas esto aquí.

Sakurauchi esbozó una sonrisa cínica. —¿Por qué no? —Su mirada recorrió a ambas, deteniéndose en Aika por un segundo más largo del que le resultaba cómodo—. No es como si fuera un secreto, ¿verdad? Es más que obvio lo que pasa entre ustedes. Debe ser difícil para Riko crecer en un ambiente tan... complicado.

Aika respiró hondo, intentando no caer en la provocación, pero antes de que pudiera responder, Rikako dio un paso adelante.

—¿Difícil para Riko? —replicó Rikako, sus ojos fijos en Sakurauchi—. Lo único difícil es que tenga que verte seguir comportándote como un imbécil. Todo lo que hago es para que ella crezca en paz, no para que tú vengas a arruinarlo con escenitas.

Sakurauchi abrió la boca, sorprendido, pero no dijo nada más. Al parecer, no esperaba que Rikako lo enfrentara de esa forma. Sin más que añadir, se dio media vuelta y se alejó entre la multitud.

Aika, sin embargo, se quedó mirando a Rikako, desconcertada por la respuesta firme que había dado. Por una parte, la admiraba por haber puesto un límite claro a Sakurauchi, pero algo en su interior la hacía preguntarse si todo esto no era más que una fachada.

—No sabía que dirías algo así —murmuró Aika cuando se quedaron a solas, intentando entender la situación—. ¿Estás bien con enfrentarte a él? Porque, sinceramente, no me da la impresión de que te sientas completamente cómoda.

Rikako se detuvo y la miró con seriedad. —Lo hice porque era lo correcto —dijo—, pero no significa que no me cueste. Esto no es fácil, Aika.

Aika asintió, aunque una pequeña parte de ella seguía dudando. Sentía que Rikako, aunque más decidida, seguía arrastrando sus propios miedos, los mismos que habían causado problemas entre ellas en el pasado.

La tensión entre ambas no disminuyó con el tiempo. De hecho, unos días después, Aika notó que Riko estaba más distante de lo habitual. Mientras jugaban juntas en la consola, la niña parecía más callada, casi ensimismada en sus pensamientos.

—Oye, Riko, ¿todo está bien? —preguntó Aika, sintiendo que algo no andaba bien.

Riko dudó un momento antes de mirarla con una expresión seria, algo inusual para su edad. —Aika, ¿tú y mi mamá son novias?

Aika sintió que el estómago se le hundía al escuchar la pregunta. No esperaba algo tan directo, y mucho menos de una niña como Riko. Se quedó en blanco, sin saber qué decir.

—¿Por qué lo preguntas? —fue lo único que pudo decir, intentando ganar tiempo.

Riko se encogió de hombros. —No lo sé... solo parece que lo son. Siempre están juntas, y mamá te mira de esa forma.

Aika tragó saliva, intentando procesar lo que estaba pasando. —Bueno, tu mamá y yo… somos amigas. Las cosas entre nosotras son un poco complicadas, Riko.

Riko no pareció del todo satisfecha con la respuesta, pero no insistió más. Aika sintió un peso en el pecho, sabiendo que tendría que hablar de esto con Rikako más tarde.

Esa noche, cuando tuvo la oportunidad, Aika trajo a colación la conversación con Riko. Estaban en el sofá, pero la atmósfera se sentía más densa de lo habitual.

—Riko me preguntó hoy si somos novias —dijo Aika, con cautela.

Rikako la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. —¿Y qué le dijiste?

—Le dije que somos amigas. No supe cómo explicarlo de otra forma.

Rikako suspiró y se llevó una mano al cabello, enredando sus dedos nerviosamente. —Es complicado... No quiero que piense que su mundo está cambiando demasiado rápido. Y tampoco estoy segura de si...

Aika sintió que algo se rompía dentro de ella. —¿De si qué, Rikako? —preguntó, notando la vacilación en su voz.

—De si deberíamos seguir con esto —dijo finalmente Rikako, en voz baja—. Tal vez estamos forzando algo que no deberíamos. No quiero lastimar a Riko más de lo necesario.

Aika se quedó en silencio. Aunque entendía los miedos de Rikako, sentía que cada vez que las cosas se complicaban, Rikako buscaba una salida.

—¿Por qué siempre huyes cuando las cosas se ponen difíciles? —preguntó Aika, su voz llena de frustración contenida—. Nunca lo enfrentas de verdad, siempre hay una excusa.

Rikako apartó la mirada, pero no respondió. La conversación quedó suspendida en el aire, sin una solución clara.



Unas semanas después, Suwa y Arisa, notando la creciente tensión en Aika, decidieron intervenir. La invitaron a una salida "solo de amigas", con la intención de despejar su mente y alejarla de los problemas que la rodeaban. Aika aceptó, aunque sin demasiado entusiasmo.

Mientras caminaban por el parque, Suwa fue la primera en hablar.

—Sabes, Aika, siempre has tenido problemas para dejar el pasado atrás —dijo en tono de broma, pero con una seriedad subyacente.

Aika sonrió débilmente, sabiendo que había algo de verdad en las palabras de Suwa.

—Tal vez sea porque algunas cosas del pasado merecen una segunda oportunidad —respondió, pero su voz no sonaba convencida.

Suwa suspiró y se detuvo, mirándola directamente a los ojos. —Te lo digo en serio, Aika. Te mereces estar con alguien que esté dispuesta a estar contigo, completamente. Sin dudas, sin excusas.

Arisa, que hasta ahora había permanecido callada, asintió. —Quizás es hora de pensar qué quieres de verdad, Aika. No solo lo que has estado esperando.

Aika se quedó en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que tenían razón, pero aún no estaba lista para enfrentarlo.

El dilema seguía ahí: ¿seguir esperando a Rikako o finalmente aceptar que tal vez lo mejor era dejarla ir?

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora