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El 8 de agosto llegó más rápido de lo que Aika había anticipado. Se había tomado el día libre en el trabajo para dedicarse por completo a la organización del cumpleaños de Rikako. Junto a Riko, pasaron la mañana adornando la sala de su casa con guirnaldas de flores y luces colgantes. Todo sencillo, como Aika había planeado, pero con los toques mágicos que Riko insistía en agregar, asegurándose de que su madre se sintiera especial.

Mientras Aika colocaba algunos detalles finales en la mesa del comedor, Riko corría de un lado a otro, entusiasmada, asegurándose de que cada rincón tuviera un toque personal. Fue en medio de ese bullicio cuando Aika se enteró de que la madre de Rikako no podría asistir. Había tenido que viajar para un chequeo médico y le había pedido disculpas a Riko, prometiendo celebrarlo con ellas en otra ocasión.

—No te preocupes, tía Aika. Mamá va a estar feliz solo con nosotras —dijo Riko, notando la expresión preocupada de Aika. La niña estaba llena de seguridad y dulzura, algo que Aika admiraba profundamente.

Ya en el auto, Aika condujo hacia el trabajo de Rikako para recogerla. Sentada en el asiento trasero, Riko tarareaba una canción mientras jugaba con una pequeña caja que contenía el ramo de flores que había elegido personalmente para su madre.

Al llegar a la salida de la oficina, Aika estacionó el auto y observó a los empleados que comenzaban a salir del edificio. Entre ellos estaba Arisa, quien se detuvo al ver el auto de Aika. Sorprendida, levantó las cejas y le hizo señas discretas desde la distancia, señalando a Rikako, que estaba a punto de salir. Aika desvió la mirada, incómoda por la atención de su compañera, pero sonrió suavemente.

—¡Ahí está mamá! —gritó Riko emocionada al ver a Rikako en la puerta.

Rikako, distraída con su celular, no las vio de inmediato. Pero cuando levantó la mirada y se encontró con la imagen del auto de Aika y a su hija asomada por la ventana, su sorpresa fue evidente. Se detuvo, frunciendo el ceño, claramente desconcertada.

—Vamos, mamá, ¡sube! —insistió Riko, agitando la mano desde la ventana.

Rikako se acercó lentamente, todavía en guardia.

—No sabía que ibas a buscarme —dijo, mirando a Aika.

—Riko quería darte una sorpresa —respondió Aika, tratando de sonar neutral, aunque la incomodidad entre ellas era palpable.

—No sé si sea buena idea... —empezó a decir Rikako, dudando mientras miraba hacia la calle como si considerara caminar en dirección contraria.

Pero antes de que pudiera negarse del todo, Riko puso su mejor cara de puchero.

—Por fiiiiis, mamá. Va a ser divertido, prometo que te va a gustar —insistió la niña.

Rikako exhaló, derrotada. No podía decirle que no a su hija en esa situación, que le pareció muy tierna.

—Está bien, está bien —respondió finalmente, abriendo la puerta y subiendo al asiento del copiloto.

El viaje de regreso fue tranquilo, aunque cargado de tensión para Aika, que mantenía los ojos fijos en la carretera. Riko, en cambio, hablaba sin parar sobre cómo había ayudado a decorar la casa y lo emocionada que estaba por la sorpresa que habían preparado.

Al llegar a la casa de Aika, Rikako salió del auto con curiosidad, pero sin grandes expectativas. Sin embargo, cuando abrió la puerta y entró en la sala, sus ojos se agrandaron. Las guirnaldas de flores y luces colgaban del techo, y sobre la mesa principal había una tarta sencilla, pero elegante, junto a varios adornos y detalles que Riko había elegido.

—Mamá, ¡sorpresa! —gritó Riko, corriendo hacia ella con el ramo de flores en las manos.

Rikako, completamente sorprendida, aceptó el ramo con una sonrisa suave, aunque su mirada estaba fija en Aika, quien observaba la escena desde un poco más atrás, con una sonrisa serena.

Fue en ese momento cuando un recuerdo de la secundaria cruzó la mente de Rikako. Una tarde después de clases, Aika la había esperado con un ramo de flores similar, tímida pero decidida a impresionarla. Habían sido jóvenes, llenas de sueños vagos, y ese momento había sido uno de los pocos donde Aika había dejado ver su lado más tierno. Rikako parpadeó, sorprendida de que esa imagen regresara justo ahora.

—¿Estás bien, mamá? —preguntó Riko, interrumpiendo sus pensamientos.

—Sí, estoy bien —respondió Rikako, obligándose a volver al presente—. Gracias por las flores, son preciosas.

Riko sonrió con orgullo y tiró de la mano de su madre para llevarla hacia la mesa.

—Vamos a sentarnos. ¡Tienes que probar el pastel!

Aika las siguió en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo por cómo Rikako estaba reaccionando. Mientras Riko servía un pedazo de pastel y hablaba animadamente, Aika y Rikako intercambiaban miradas fugaces. No era incómodo, pero había una tensión latente que ambas sentían, aunque ninguna estaba lista para hablar de ello.

A lo largo de la tarde, Rikako y Riko compartieron varios momentos lindos. La niña se aseguraba de que su madre disfrutara de cada pequeño detalle que había preparado. En un momento, Riko insistió en que ambas posaran para una foto juntas, y aunque Rikako no era muy fan de las fotos, accedió con una leve sonrisa, dejando que su hija se acomodara sobre sus rodillas.

—Dilo, mamá: “Cumpleaños feliz” —dijo Riko entre risas mientras posaba con su teléfono.

Rikako obedeció, aunque su risa fue apenas audible. Aika observó la escena desde la cocina, sintiendo una extraña mezcla de nostalgia y calidez al ver a Rikako tan cercana a su hija.

Al caer la tarde, después de un rato de risas y conversaciones ligeras, Riko finalmente se quedó dormida en el sofá, exhausta de tanta emoción. Aika y Rikako se encontraron solas en la sala, con la luz tenue de las guirnaldas iluminando el espacio.

—Gracias por todo esto —dijo Rikako de repente, rompiendo el silencio—. Sé que no era necesario, pero... Riko realmente lo ha disfrutado.

Aika sonrió, mirándola con una expresión suave.

—Todos los creditos a Riko, espero que te haya gustado.

Rikako asintió, aunque su mirada se desvió hacia el ramo de flores en la mesa. Un eco del pasado resonaba en su mente, pero no lo expresó. Tal vez no estaba lista para enfrentarse a lo que significaba ese recuerdo. O tal vez, simplemente, no sabía lo que realmente sentía en ese momento.

Nota del autor: yep, si se lo preguntan, Riko no se apareció en la escuela ese día xD

Por cierto, gracias 3 personitas q leen esta cosa, las tkm <3

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora