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El sonido constante del tecleo y las conversaciones murmuradas llenaban la oficina como de costumbre. Arisa, sin embargo, estaba en otro mundo. El cansancio se apoderaba de ella después de horas lidiando con una complicada presentación que debía entregar esa misma tarde. Había repasado los datos una y otra vez, pero algo no encajaba, y la frustración comenzaba a notarse en su expresión.

Kanako, siempre observadora, pasó frente a su escritorio, lanzándole una mirada rápida. Arisa suspiró, masajeándose las sienes. Había trabajado sin descanso desde temprano, y eso era evidente.

Unos minutos más tarde, sin previo aviso, Kanako apareció junto a su escritorio con una taza de café en la mano y un gesto firme pero curioso.

—Vamos, necesitas un respiro —dijo Kanako sin pedir permiso, como si fuera una orden disfrazada de sugerencia.

Arisa la miró, sorprendida. No estaba acostumbrada a que Kanako se acercara por algo que no fuera trabajo, y mucho menos para algo como un descanso.

—¿Eh? ¿Ahora? Pero tengo que terminar esto... —Arisa empezó a protestar, pero Kanako la interrumpió con un leve movimiento de la mano.

—Deja eso. Cinco minutos, nada más. Vamos a la cafetería, necesitas aire y yo necesito una excusa para salir de aquí también —Kanako sonrió levemente, lo justo para que Arisa no pudiera decir que no.

Arisa, dudando, se levantó lentamente. La verdad era que sí necesitaba un descanso. Mientras caminaban hacia la cafetería del edificio, un silencio algo incómodo se instaló entre ellas. Arisa seguía sin saber muy bien qué pensar de Kanako. La conocía principalmente por ser la organizadora de las temidas salidas sociales y por su personalidad dominante. Pero ahora, verla más cercana y amable, le resultaba extraño.

Ya en la cafetería, Kanako se sentó frente a Arisa, quien removía su taza de chocolate caliente sin mucho entusiasmo. Kanako la observó un momento antes de romper el silencio.

—No puedes dejar que esto te consuma —dijo Kanako, directa como siempre—. Sé que trabajas duro, pero un mal día no significa que seas mala en tu trabajo.

Arisa levantó la vista, algo sorprendida por el comentario.

—No es solo el trabajo —admitió Arisa, suspirando—. A veces siento que no puedo mantener todo en orden, ya sabes, la presión... Es difícil.

Kanako asintió, como si entendiera perfectamente lo que Arisa quería decir, aunque rara vez hablaba de sí misma. En ese momento, su expresión cambió, haciéndose un poco más suave.

—Te entiendo —dijo finalmente—. La presión puede ser una carga pesada, sobre todo cuando sientes que tienes que demostrar algo a los demás. Pero también tienes que ser justa contigo misma. Nadie puede ser perfecto todo el tiempo.

Arisa parpadeó, sorprendida por la franqueza de Kanako. No esperaba ese tipo de conversación, pero por alguna razón, empezaba a sentirse más cómoda.

—Gracias, supongo —respondió, soltando una pequeña risa nerviosa—. No pensé que... tú... fueras de este tipo de conversaciones.

Kanako sonrió, esta vez de una manera más abierta.

—No soy de las que se abren fácilmente, pero eso no significa que no me importe lo que pasa a mi alrededor. Además, he aprendido que no todo es trabajo y más trabajo. A veces, un poco de balance ayuda a no volverse loca.

Arisa se sintió reconfortada por esas palabras, algo que no esperaba de Kanako. Se dieron unos minutos más en silencio, disfrutando de sus bebidas.

—¿Y tú cómo haces para no volverte loca con todo lo que organizas? —preguntó Arisa, genuinamente curiosa.

Kanako soltó una pequeña carcajada, como si la pregunta le hubiera tocado un punto cómico.

—Me aseguro de rodearme de gente que me ayude a no caer en la locura y organizarme bien —dijo, y luego agregó con un tono burlón—. Y bueno, también está el alcohol en las salidas, claro.

Ambas rieron, y por primera vez, Arisa sintió que estaba viendo a Kanako desde una perspectiva diferente. Había algo más bajo esa fachada de líder controladora. Tal vez, solo tal vez, podía haber algo más entre ellas, una conexión que nunca había considerado antes.

—Tal vez debería tomar tu consejo más en serio —dijo Arisa, sonriendo con un poco más de relajación—. Necesito ese balance en mi vida.

—Deberías, créeme. Si no, terminarás odiando cada pequeño detalle de tu trabajo, y créeme, no quieres eso —respondió Kanako mientras tomaba un sorbo de su café.

Arisa se quedó mirando a Kanako por un momento más, pensando en lo que esa breve charla podría significar. Kanako siempre le había parecido una figura inalcanzable, demasiado segura y dominante. Pero aquí estaban, compartiendo una conversación sincera, y Arisa no podía negar que le estaba empezando a agradar mucho más de lo que pensaba.

—Bueno, gracias por el descanso forzado —dijo Arisa, levantándose—. Creo que me hacía falta.

—A veces, obligarse a parar es lo único que funciona —dijo Kanako, sonriendo de lado mientras ambas volvían hacia la oficina.

El aire entre ellas era más ligero ahora. Aunque Arisa todavía no entendía del todo la naturaleza de su relación con Kanako, sí sabía que algo había cambiado. Y tal vez, ese cambio no era tan malo después de todo.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora