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Aika estaba en su cocina, rodeada del aroma de especias y la calidez de la tarde. Esa noche, había decidido preparar algo especial, un pequeño gesto para agradecer a Rikako por su apoyo en el trabajo. En ese momento, Rikako había salido para hacer unas compras.

Riko estaba sentada en la barra, observando a Aika mientras picaba verduras. La niña parecía divertida, casi curiosa, mientras Aika se movía con confianza entre los ingredientes.

—¿Te gustaría ayudarme a cocinar? —preguntó Aika, sin dejar de trabajar.

Riko asintió con entusiasmo, saltando de su asiento.

—¡Sí! Nunca he cocinado con alguien más, es más divertido —respondió, acercándose a la mesa.

Aika le entregó un cuchillo pequeño y una zanahoria. Mientras Riko comenzaba a picar, Aika no pudo evitar preguntarle:

—¿Cómo va la escuela?

Riko se encogió de hombros mientras seguía cortando.

—Eh, hay un proyecto sobre nuestras familias que tenemos que presentar. Estoy pensando en hablar sobre mamá y tú.

Aika se detuvo un momento, sorprendida por la revelación.

—¿Sobre nosotros? ¿Por qué?

Riko levantó la vista, sus ojos chispeantes.

—Porque siempre he tenido curiosidad sobre su amistad. A veces parece que tienen una conexión especial. Y, bueno... también quiero entenderla mejor. A veces se comportan rarito y no entiendo del todo, sobre todo mamá.

Aika sintió un nudo en el estómago. La relación con Rikako había sido todo un viaje, y la idea de que Riko estuviera intentando comprenderlo la hacía sentir vulnerable.

—Mira, Riko... —comenzó Aika, buscando las palabras adecuadas—. Tu mamá ha pasado por muchas cosas, y creo que siempre intenta ser fuerte para ti. A veces, las personas no hablan de sus sentimientos porque tienen miedo de lo que podría suceder.

Riko asintió, frunciendo el ceño mientras picaba la zanahoria en trozos más pequeños.

—¿Tú también tienes miedo de hablar de los sentimientos? —preguntó Riko, mirando a Aika con curiosidad.

Aika se sintió acorralada por la pregunta. Era cierto que ella misma a menudo evitaba profundizar en sus emociones, especialmente cuando se trataba de su relación con Rikako.

—A veces... sí. Es más fácil no hablar de ello —respondió Aika, su voz un poco más baja—. Pero eso no significa que no sea importante. A veces, es necesario dejar salir lo que llevamos dentro, para que no se acumule.

Riko dejó el cuchillo y se cruzó de brazos, pensativa.

—¿Y qué pasa si uno se siente herido por algo que no se puede olvidar? —preguntó Riko con seriedad, tocando un punto sensible para Aika.

Aika sintió que el aire se le hacía más denso. De repente había recordado lo que llamaba el evento más humillante en su vida "la fiesta de fin de año". Constantemente se culpaba por haberle arruinado la noche a Rikako.

—A veces, esas cosas pasan y no se pueden cambiar —respondió Aika, intentando ser honesta, aunque un poco evasiva—. Pero lo importante es cómo seguimos adelante. Rikako siempre ha querido lo mejor para ti, y eso es lo que cuenta.

Riko pareció considerar sus palabras, pero Aika pudo ver que había más que quería preguntar.

—¿Tú crees que mi mamá y tú... son amigas? —preguntó Riko, mirando a Aika con seriedad.

Aika se detuvo, sorprendida por la pregunta. ¿Eran amigas? Había tantos matices en su relación que sería difícil de explicar.

—Sí, creo que sí. Pero... como toda amistad, tiene sus altibajos. Es complicado, Riko. Pero estoy aquí para ti, para lo que necesites.

Riko la miró fijamente, y Aika sintió que había un entendimiento creciente entre ellas, un puente que comenzaba a formarse.

—¿Sabes? —continuó Riko, mientras regresaba a picar zanahorias—. No me gusta ver a mi mamá triste. Me gustaría que fueran más felices, que se rieran juntas, como lo hacían antes. Mi abu me contó lo cercanas que solían ser.

Aika sintió una punzada en el corazón al escuchar a Riko hablar de su madre. La idea de que Rikako pudiera estar triste por su relación con Aika la inquietaba. ¿Y si había más entre ellas de lo que Rikako estaba dispuesta a admitir?

—Haré lo posible por hacerla feliz —prometió Aika, tratando de tranquilizar a Riko.

Riko sonrió, aliviada.

—Gracias, Aika. Eres una buena persona, y eso me hace sentir mejor.

Aika sonrió de vuelta, sintiéndose un poco más ligera. Sabía que había un camino por delante, pero cada pequeño paso la acercaba más a Rikako y a Riko.

A medida que continuaban cocinando juntas, las risas comenzaron a fluir. Aika y Riko compartieron historias sobre la comida, las aventuras de la escuela y las travesuras pasadas. Cada palabra, cada risa, ayudaba a construir un vínculo más fuerte entre ellas.

El aroma de la comida llenaba la cocina, solo les quedaba esperar a Rikako para empezar a comer.

Disturbia - KyanRikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora