El día había llegado. Desde el momento en que Harry abrió los ojos aquella mañana, sintió que una sombra se cernía sobre él. La boda, ese evento que alguna vez debería haber sido un momento de alegría y esperanza, ahora se sentía como una sentencia.
La ceremonia en el Ministerio
El Gran Salón del Ministerio de Magia estaba decorado de manera opulenta, pero fría. Encantamientos brillaban en los techos altos, mostrando cielos despejados y auroras mágicas que cubrían el espacio con un resplandor etéreo. Las sillas estaban dispuestas en filas simétricas, y en el centro, un altar improvisado. No había vestigios de amor, solo la burocracia del Ministerio y el poder implacable de la magia que los había llevado hasta allí.
Harry se encontraba al lado de Hermione, con los ojos fijos en el frente, tratando de no pensar demasiado en lo que estaba por suceder. Sabía que todos los ojos estaban sobre ellos, que el mundo mágico esperaba con ansias ver al "Niño que Vivió" y a la brillante Hermione Granger unirse en matrimonio. Pero lo que el público no sabía era que, dentro de ambos, había una guerra interna librándose.
Hermione, con un vestido blanco sencillo, que de alguna manera reflejaba tanto su inteligencia como su fortaleza, apretaba los dedos en tensión. Respiraba profundamente, intentando mantener la calma, pero su mente no dejaba de correr. Pensaba en cómo la magia parecía arrastrarla a un destino que no había elegido, y por más que intentara resistirse, las cadenas invisibles estaban ahí.
A un lado, Draco y Luna también esperaban. Draco, en un traje oscuro, observaba con una mezcla de resignación y desafío. Junto a él, Luna, vestida con un vestido plateado que parecía reflejar la luz de las estrellas, mantenía su típica calma. A pesar de las circunstancias, su expresión no era de miedo, sino de aceptación tranquila, como si ya hubiera hecho las paces con lo que venía.
El Ministro de Magia, con voz grave y ceremoniosa, comenzó a recitar las palabras del decreto, recordando a todos los presentes la "noble" razón detrás de esta unión forzada: la preservación de la magia. Pero ni Harry, ni Hermione, ni Draco, ni Luna escuchaban realmente. Las palabras resonaban, pero sus mentes estaban lejos, atrapadas en sus propios pensamientos.
Cuando llegó el momento de los votos, todo pareció ralentizarse. Harry miró a Hermione, tratando de encontrar algún vestigio de la amistad que habían compartido durante años. Pero lo que vio en sus ojos fue un reflejo de su propia confusión y dolor.
-Te prometo... -comenzó Harry, sintiendo el nudo en su garganta -cumplir con mi deber hacia la comunidad mágica.
Hermione tragó saliva, repitiendo las palabras del juramento. -Cumplir con mi deber hacia la comunidad mágica.
Las palabras no eran suyas, pero el hechizo que selló el voto fue poderoso, envolviéndolos con una luz dorada que se desvaneció en el aire, como un eco distante de lo que podría haber sido un verdadero compromiso.
Draco y Luna intercambiaron sus propios votos, pero en lugar de resentimiento o desesperación, había algo diferente en ellos. Aunque sus palabras eran las mismas, Luna sonrió ligeramente al pronunciar sus votos, casi como si hubiera encontrado una forma de darle su propio significado a aquel momento. Draco, por su parte, parecía menos tenso a su lado, como si la serenidad de Luna hubiera comenzado a suavizar las barreras que lo rodeaban.
La celebración
La recepción tuvo lugar en el mismo Gran Salón. Mesas largas adornadas con flores y luces flotantes llenaban el espacio, mientras la música sonaba de fondo. Sin embargo, la atmósfera estaba lejos de ser festiva.
Harry y Hermione se sentaron en una mesa central, rodeados por las miradas inquisitivas de sus amigos y conocidos. Ron y Ginny, sentados a unos pocos asientos de distancia, evitaban mirarlos directamente. La incomodidad era palpable, y aunque la comida y el vino circulaban por las mesas, nadie se sentía realmente en el ánimo de celebrar.
Luna, por su parte, caminaba por el salón con la misma ligereza de siempre, hablando con los invitados, como si la situación no la afectara. Draco se mantenía cerca de ella, incómodo, pero notando que la forma en que Luna manejaba la situación le proporcionaba una extraña sensación de calma. Quizás, pensó, había más formas de resistir de las que había imaginado.
Hermione observó a Harry de reojo, intentando buscar las palabras que no lograba expresar. Todo había cambiado entre ellos, y aunque seguían siendo amigos, el peso de lo que acababan de hacer los alejaba de una manera que ninguno de los dos podía verbalizar.
La noche de bodas
Cuando llegó el momento de retirarse, Harry y Hermione fueron llevados a una de las habitaciones del Ministerio, adornada como si se tratara de una suite de lujo. La cama estaba decorada con pétalos de rosa, y había velas mágicas encendidas en los rincones, todo destinado a crear una atmósfera de romance. Pero para ellos, todo esto era grotesco.
Ambos se quedaron de pie en medio de la habitación, sin saber cómo proceder. La noche de bodas era una expectativa tácita, un recordatorio del verdadero propósito detrás de todo esto: dar herederos mágicos. Sin embargo, ninguno de ellos estaba dispuesto a aceptar esa realidad.
-Esto es ridículo- murmuró Harry, frotándose el puente de la nariz. -No vamos a hacerlo.
Hermione asintió rápidamente, aliviada de que Harry hubiera dicho las palabras que ella no se había atrevido a pronunciar.
-No. No vamos a hacer esto. No de esta manera.
Se sentaron en el borde de la cama, en silencio por unos momentos. Hermione fue la primera en romper el silencio.
-Harry... esto no tiene que cambiar lo que somos. No sé cómo vamos a hacer esto, pero quiero que sepas que siempre serás mi amigo. Esto... esto no nos define.
Harry la miró, agradecido por sus palabras.
-Lo sé, Hermione. Y lo mismo va para ti.
Ambos se acostaron en la cama, sin tocarse, mirando al techo, conscientes de que, aunque las circunstancias los habían forzado a estar allí, el vínculo entre ellos no se rompería tan fácilmente. No esta noche.
En la Mansión Malfoy
La situación era diferente para Draco y Luna. Luna, con su particular forma de ver el mundo, había transformado el dormitorio de la Mansión Malfoy en algo que parecía sacado de un cuento de hadas. Flores luminosas y criaturas mágicas pequeñas revoloteaban por la habitación, creando un ambiente más liviano y menos opresivo.
-Esto no tiene que ser como ellos quieren- dijo Luna con suavidad, mirando a Draco. -Podemos ser lo que queramos ser, independientemente de lo que esperan de nosotros.
Draco, que había estado lleno de dudas y resentimientos, se encontró sorprendido por la forma en que Luna manejaba todo. La noche de bodas, que había temido, se convirtió en un momento de comprensión. No había presión, no había expectativas. Luna le había ofrecido la libertad de decidir, y por primera vez en mucho tiempo, Draco sintió que tenía control sobre algo.
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Unidos Por la Magia
RomanceLuego de la guerra, dos años exactamente, el ministro de magia lanzó una nueva ley, ley que se basa en "Matrimonios Concertados" por la magia. Nunguna persona que tenga de 18 a 35 años que no esté casado queda exento de esta ley. Todos tienen el deb...