AGUSTÍN - CAPíTULO 12: GORKA VALVERDE

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—¿Me preparas uno con leche? —Carmen se sentó en la sala de juntas con un montón de folios en blanco y un bolígrafo y comenzó a garabatear esquemas solamente legibles para ella.

—¿Qué hace? —Preguntó Agustín acercándole un café recién preparado.

—Gracias, Agustín —la mujer le dio un buen sorbo a la bebida caliente antes de contestar—. Me gusta preparar mis propias teorías, intentar meterme en la cabeza del desaparecido, desaparecida en este caso, y dejarme guiar por los pasos que creo que la persona en cuestión podría haber dado.

Agustín frunció el ceño; aquello, además de poco profesional, le parecía una completa pérdida de tiempo. Así que asintió, sin más. Se disponía a volver a su puesto cuando Carmen lo interrumpió.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, gracias —contestó sin dirigir la mirada hacia su compañera y manteniendo el rumbo hacia la salida.

—Oye, en primer lugar, prefiero que me tutees.

El joven agente giró sobre sus pasos.

—Bien.

—Y, en segundo lugar, si estás así por el inspector Germán... creo que debes saber algo.

Carmen señaló la silla vacía que se encontraba a su derecha. Agustín titubeó, pero acabó tomando asiento.

—Sé que, a veces, es complicado trabajar con él —comenzó—, pero has de saber que es un buen tipo, aunque excepcionalmente comprometido con su trabajo, lo que a veces puede resultar incómodo para los que sabemos diferenciar entre nuestra vida familiar y este lugar —dijo la mujer mirando a su alrededor—. Piensa que no te va a pedir más de lo que sabe que puedes dar.

—Ese es el problema, que ya la he cagado —confesó Agustín apesadumbrado.

—No la has cagado —argumentó Carmen sin pedir explicaciones—, este no es un trabajo sencillo, dos más dos no son siempre cuatro. La mayoría de pasos que damos nos lleva a caminos sin salida, pero no olvides lo importante que es eso, se aprende más de los errores que de los aciertos. Mira al mismísimo Germán, ¿crees que sería tan exigente y meticuloso de no haber sido por el pequeño Gorka?

—¿Gorka? —Preguntó Agustín.

—Gorka Valverde —añadió Carmen.

Un montón de imágenes se arremolinaron en la mente del agente.

—¡Hostia! —Se llevó de pronto las dos manos a la cabeza—. Perdón... ¿Fue el inspector Germán quien llevó el caso?

—Así es —contestó Carmen.

—Recuerdo ver la imagen de ese niño en televisión, yo estaba destinado en Madrid, era mi primer empleo. Apareció... muerto.

La mujer dio un sorbo a su café y dibujó algunas líneas más en sus folios, ahora llenos de círculos, flechas y garabatos inclasificables.

—Apareció muerto, sí —confirmó la mujer.

— El niño estaba jugando en el parque con sus primos mayores —recordó Agustín.

—Sus padres vinieron a denunciar la desaparición del pequeño un martes, lo recordaré mientras viva, a eso de las siete y media de la tarde.

—¿Y en qué falló el inspector?

—En nada —aclaró Carmen—. Germán no falló en nada.

—Pero usted dijo...

—Ya te he dicho que me tutees —interrumpió.

—Vale, hace un momento dijiste...

—Sí, sé lo que dije. El inspector Germán no falló, siguió los protocolos establecidos para los casos de desaparición de menores.

—No entiendo.

Carmen esbozó una media sonrisa.

—Desde entonces el inspector se pasa esos protocolos por el forro de sus bajos.

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