-¿César Gutiérrez?
-Sí, ¿quién es?
Esta vez no iba a tutearlo, necesitaba parecer neutral, mostrar formalidad.
-Buenos días... tardes más bien, soy el inspector Germán Gómez. ¿Tiene un minuto?
-Estoy trabajando.
-Mire... le llamo porque necesito hacerle algunas preguntas más.
-Oiga, ya le he dicho todo lo que sabía sobre esa chica, así que ahora, si me disculpa...
-Entiendo. Veo que está demasiado ocupado, quizá sea mejor que me pase a su hora de salida.
Silencio al otro lado de la línea.
-¿César? ¿Sigue ahí?
Un profundo suspiro le dio a entender que no había colgado.
-¿Qué necesita saber?
Escondía algo, seguro. Al inspector le vino a la cabeza el primer encuentro con el chico, la forma en que daba vueltas a su anillo de casado, un gesto que podía denotar ansiedad o nerviosismo; pensó en las palabras despectivas que utilizaba para referirse a las mujeres, en general, y a Rebeca, en particular. Pensó en su pelo, tieso como el del muñeco Ken, en su manera de sentarse y de dirigirse al inspector, como si siempre tuviese más respuestas que preguntas. Un escalofrío recorrió entonces su espalda.
-¿Cuánto tiempo lleva casado?
-¿Perdone?
-Le he preguntado por el tiempo que lleva con su mujer -reiteró el inspector.
-Disculpe, pero no voy a responder a esa pregunta, no veo qué relevancia puede tener en la investigación.
-Verá... -momento de echarse un farol-, uno de sus compañeros nos alertó de un posible encuentro íntimo entre Rebeca y usted.
Nuevo silencio al otro lado de la línea.
-No pretendo meterlo en un compromiso, por eso, si colabora y se pasa por mi despacho esta misma tarde, podremos hablar con tranquilidad sobre el asunto, digamos... sin que su mujer tenga que enterarse de los pormenores íntimos de su querido esposo. ¿Qué le parece?
La respiración de César comenzó a tornarse agitada.
-¿Me está amenazando? -Preguntó el joven en un tono considerablemente más elevado que el de hacía solo unos instantes.
-¡Jamás se me ocurriría algo así! -Exclamó el inspector entre el sarcasmo y una seriedad fingida-. En este país no se puede amenazar a nadie. Artículos 169 y 171 del Código Penal.
Se imaginaba a César Gutiérrez apretando los puños, conteniendo la ira que solo lo llevaría a tener que ponerle fin a su matrimonio más pronto que tarde.
-Me pasaré a eso de las cinco -sentenció.
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Gorda
Misterio / Suspenso¿Y si los complejos nos llevan a traspasar los límites más oscuros?