C: 111 - A FUEGO Y HIELO

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Hogwarts-


—La sala común de Gryffindor, ahora casi vacía, había pasado de ser un mar de risas y vítores a un lugar donde solo quedaban unas pocas almas que, como Ben y Ginny, no querían que la noche terminara.

El calor de la victoria se había disipado, y las luces de las velas se habían reducido a pequeñas flamas parpadeantes. Las sombras en el aire daban un aire íntimo y acogedor al lugar.

La música que había sido alegre y rítmica durante la mayor parte de la fiesta, había dado paso a una melodía suave y romántica que se deslizaba por la sala como una brisa tranquila. Era una canción lenta de los Fwoopers, un grupo musical famoso en el Mundo Mágico por sus baladas que tenían la capacidad de transmitir emociones profundas con cada nota.

Gimny y Ben se encontraban en el centro de la sala, en lo que parecía ser una pista de baile improvisada, apenas consientes del resto del mundo. La música los envolvía, y sus cuerpos se movían al compás, de manera instintiva, casi como la música hablara directamente a sus corazones. No había nada que los distrajera: ni los murmullos de los pocos estudiantes que aún estaban presentes ni las luces titilantes de las velas. Solo estaban ellos dos, inmersos en su propio pequeño universo, creado por la música y el silencio compartido.

Ginny tenía la cabeza recostada en el pecho de Ben, y podía sentir el latido rítmico de su corazón bajo la tela de su camisa. Era un sonido constante y tranquilizador, una especie de eco de la melodía que los guiaba en ese baile. Sus brazos estaban alrededor de la cintura de Ben, y se aferraba a él con una suavidad que transmitía la sensación de que no quería dejarlo ir. El calor de su cuerpo irradiaba hacía ella, envolviéndola en una sensación de calma y seguridad que pocas veces había experimentado con tanta intensidad.

Ben, por su parte, la sostenía con una ternura que no se veía en su habitual actitud despreocupada. Sus manos se movían lentamente, una descansando sobre la parte baja de su espalda y la otra deslizándose suavemente hacia un poco más abajo de su cintura, acariciando la curva de su cadera con un toque ligero, pero firme. Cada vez que sus manos se movían, Ginny sentía una oleada de calor recorrer su piel, como si el simple contacto de Ben fuera suficiente para encender una chispa dentro de ella.

Los dedos de Ben rozaban la tela suave de la falda de Ginny, pero era como si estuviera tocando su piel directamente, creando una sensación aún más profunda entre ambos.

El sonido suave de la música era el único testigo de su danza silenciosa, de los suspiros apenas audibles que escapaban de sus labios mientras se movían al compás. Ginny cerró los ojos, dejándose llevar completamente por la sensación de estar en los brazos de Ben. El ritmo lento de la canción coincidía con los latidos de su corazón, y por un momento, todo lo que existía era él: su calor, su olor, la forma en que la sostenía como si fuera la cosa más preciosa del mundo.

Ben, por su parte, miraba a Ginny con una mezcla de asombro y devoción. Desde que la conocía, había sentido que su pelirroja era diferente a cualquiera. No solo por su valentía en el campo de quidditch o su lealtad inquebrantable hacía sus amigos y familia, sino por la forma en que lo hacía sentir.

Había algo en ella, algo que hacía que cada momento con ella se sintiera más intenso, más real. En ese instante, mientras la tenía en sus brazos, sentía que todo encajaba. Ginny era como un faro, como una luz brillante que lo atraía hacia ella sin esfuerzo, y él no tenía intención de apartarse.

La melodía de la canción cambió ligeramente, volviéndose aún más lenta y melancólica, pero en lugar de separar sus cuerpos, ese cambio solo los acercó más. Ginny levantó ligeramente la cabeza, mirándolo a los ojos, y por un momento, ambos se perdieron en la mirada del otro. No había necesidad de palabras. Todo lo que sentían estaba dicho en la forma en que sus ojos se encontraban, en la manera en que sus cuerpos seguían moviéndose con la música, lenta, pero constante-

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