La dulce melodía

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Después de limpiar,subí a la habitación que compartía con Liz y la encontré dormida en el suelo,exhausta tras jugar. La levanté suavemente y la acomodé en su cama, arropándolacon cuidado. Colocando una vela sobre la pequeña mesa, la apagué y me recostéen mi cama.

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3:00 a.m.

Un leve crujido me despertó. Abrí los ojos lentamente y, al encender la vela, noté que la cama de Liz estaba vacía. No era normal que se levantara en la noche, a menos que tuviera una pesadilla.Me puse los zapatos apresuradamente y bajé las escaleras. Allí estaba Liz, de pie en la puerta abierta, con la mirada fija en el exterior.

—¡Liz! ¿Qué haces? —pregunté mientras la tomaba por los hombros. La sacudí ligeramente, pero no reaccionaba. Solo miraba hacia la luna con los ojos vacíos. 

Fruncí el ceño y seguí la dirección de su mirada. Ahí, suspendida en el cielo, estaba la figura de una mujer, flotando en una escoba. Podía escuchar un canto suave y delicado que llenaba el aire. El pánico me invadió, sentí que mi cuerpo comenzaba a temblar cuando Liz comenzó a caminar en dirección al bosque prohibido. 

La levanté en brazos y corrí hacia la casa, cerrando la puerta y echando llave. Rápidamente, subí la llave a un estante alto, fuera del alcance de Liz. Volteé hacia ella, pero aún miraba hacia la ventana, como si siguiera en trance. 

Miré el caldero, y una idea cruzó por mi mente. Lo siento, Liz. Llené un vaso con agua y se lo lancé en la cara. Liz dio un pequeño grito, despertando por completo. Le cubrí la boca suavemente, esperando que se calmara.

—¿T/n? ¿Qué pasa? ¿Por qué me hiciste eso? —preguntó mientras le alcanzaba un trapo para secarse.

Pensé rápidamente en una excusa. No podía decirle que había sido hechizada por una bruja.

—Oh... es que te quedaste dormida jugando en el piso, y... decidí traerte a la cocina y echarte agua para despertarte... —dije, intentando sonar despreocupada, aunque una risita nerviosa me traicionó.

—No es gracioso, t/n —me miró con enfado—. Les voy a contar a mamá y papá mañana en la cena —y, dando media vuelta, subió corriendo las escaleras.

Suspiré con alivio. Llené el vaso de agua nuevamente y me asomé por la ventana, buscando cualquier señal de la bruja, pero ya no había nada. Me terminé el agua, subí a la habitación y me encontré con Liz dándome la espalda, claramente molesta. Cerré la ventana, apagué la vela y me dormí.

A la mañana siguiente

Me desperté antes que Liz y bajé las escaleras. Mis padres ya estaban preparando sus cosas para salir.

—Buenos días —les saludé mientras me sentaba en una silla del comedor.

Me devolvieron el saludo, ocupados con sus tareas, hasta que finalmente terminaron.

—Todo listo, y en tiempo récord —dijo mi padre, sonriendo.

—Padres, necesito contarles algo...

Antes de que pudiera continuar, la puerta se abrió y salió mi abuela.

—Buenos días —dijo, y todos la saludamos.

Respiré hondo y me armé de valor para contarles lo que había pasado.

—Anoche... Liz se levantó de una manera extraña. Cuando la alcancé, ya estaba fuera de la casa. Intenté detenerla, pero no me respondía. Estaba mirando hacia el cielo, y... vi la figura de una mujer montada en una escoba, cantando. Cargué a Liz y la traje de vuelta. Estaba en trance, así que tuve que lanzarle agua para despertarla...

Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora