¿Prohibido Regresar? Hagamos un Trato

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Las noches se volvieron mi rutina habitual, solo esperaba a que cayera el sol para recargar mi energía. Pero el ambiente en Salem comenzó a cambiar, se sentía que la tensión incrementaba, y el pueblo murmuraba sobre la presencia de más brujas. Algunas chicas jóvenes, según los rumores, comenzaban a actuar de manera extraña.

Para entonces, ya había aprendido a cazar animales, aunque mi instinto me decía que debía probar sangre humana, sabía que el riesgo era demasiado alto y no estaba dispuesta a poner en peligro a nadie, no sé qué me pasaría si cruzara esa línea. Cada vez que Sarah aparecía, trataba de convencerme de que no debía temer a consumir sangre humana, pero obviamente no entendía mi dilema.

Durante el día, hacía lo posible por aparentar normalidad, y el negocio de la carnicería me ayudaba a mantener las apariencias, Will, sin embargo, seguía preocupado; me observaba de cerca, como si supiera que algo en mí había cambiado, aunque no se atrevía a preguntar. Mi familia también notaba mi palidez, pero lo atribuían al cansancio del trabajo y al hecho de que solía evitar el sol. Nadie sospechaba la verdad.

Finalmente, en la segunda semana de enero, el caos estalló. Los juicios de brujas en Salem comenzaron por orden del reverendo, quien no encontraba una explicación lógica para el extraño comportamiento de las jóvenes.

Esta situación era un arma de doble filo: por un lado, mi familia y mi matrimonio con Will ganaron buena reputación, lo que disminuyó las sospechas sobre nosotros. Pero, por otro lado, aún debía ser cautelosa y limitarme a consumir la sangre de animales. Si salía en horarios extraños, cualquiera podría darse cuenta.

Esta noche, sin embargo, sentí la necesidad de buscar a las hermanas Sanderson. Winifred me advirtió que no volviera a entrar al bosque, pero sabía que debía alertarlas, y a pesar de que ya eran algo mayores, Sarah me había ayudado bastante, y necesitaba agradecérselo.

En el pueblo, impusieron un toque de queda, y bajo las órdenes del reverendo Traske, designaron guardias nocturnos. Afortunadamente, esta noche, el turno era del señor Sutherland, quien siempre se quedaba dormido.

Justo a la medianoche, salí por la ventana del establo y corrí hacia el bosque prohibido y, a medida que avanzaba, mi poder se activó, permitiéndome moverme aún más rápido. No sabía exactamente dónde estaba su casa, nunca había llegado tan lejos, sin embargo, tras unos minutos de carrera, distinguí una cabaña entre los árboles y asumí que debía ser la de ellas.

Me acerqué y me asomé por una de las ventanas, ahí estaban. Hacía tiempo que no veía a las hermanas de Sarah, y, para mi sorpresa, se veían aún más mayores. El contraste entre los años se hace evidente en Sarah, cuando la vi por primera vez hace diez años, su belleza era muy encantadora y, aunque todavía conserva algunos rasgos de su belleza, definitivamente ya se le nota su edad.

Dudé por un momento frente a la puerta, pensando si debería tocar, pero concluí que probablemente no recibían visitas y decidí entrar.

Abrí la puerta lentamente, y en cuanto crucé el umbral, Winifred soltó un grito y me lanzó un rayo. El impacto me arrojó al suelo, adolorida.

—¡Hermanas, vengan! ¡Es la vampira que expulsamos hace tiempo! —gritó, atrayendo a Mary y a Sarah, que llegaron corriendo a su lado.

Sarah me miró, sorprendida.

—¡Winnie, espera! No le hagas daño —dijo, poniéndose a mi favor.

—¡Sarah, no seas tonta! —exclamó Winifred, preparándose para atacar.

—¡Esperen! —supliqué—. Tengo algo importante que decirles. Les juro que no vengo a hacerles daño.

Winifred dudó, mirando cómo Sarah se colocaba frente a mi. Finalmente, bajó las manos, pero me miraba con desconfianza.

—Bien. ¿Qué quieres? —preguntó.

Suspiré, aliviada, y esperé a que Sarah se apartara.

—En Salem están empezando unos juicios donde culpan a las mujeres de brujería —expliqué, esforzándome por sonar sincera—. He oído que ya han colgado a algunas mujeres, y la situación está empeorando, incluso han puesto guardias nocturnos. He venido a advertirles para que tengan cuidado y, si es necesario, puedan escapar.

Mary y Sarah parecían asustadas, y Winifred mostró una expresión de asombro antes de estallar en una carcajada.

—Esos tontos pueblerinos no podrán con nosotras. Antes éramos jóvenes e inexpertas, pero ahora... —Hizo una pausa, volviéndose hacia mí con una mirada amenazante—. ¿Por qué vienes a decirnos esto? ¿Planeas exponernos, verdad?

La miré, aterrorizada. Winifred siempre me daba miedo.

—N-no, lo digo en serio. Estoy agradecida de que me perdonaran la vida, y pensé que era lo correcto.

Winifred rió, con desdén.

—Solo perdoné tu vida porque pensé que eras una tonta que no valía la pena matar.

Su respuesta me dolió, y la miré con algo de tristeza. No entendía cómo podía ser hermana de Sarah. Winifred, sin embargo, continuó.

—Pero, después de esto, supongo que no eres tan inútil como pensaba. —Se quedó pensativa y luego miró a sus hermanas—. Sarah, ¿por qué la defendiste?

Vi que Sarah bajaba la mirada, nerviosa.

—P-por nada, W-winnie —respondió. Sarah siempre era sumisa con Winifred, quizás por ser la mayor.

—No mientas. Desde que la trajimos aquí, he notado que algunos de nuestros libros desaparecen o están fuera de lugar. ¿La has estado ayudando, verdad? Y más te vale decir la verdad, Sarah —dijo Winifred, claramente molesta.

Sentí pena por Sarah, pero sabía que si intervenía, Winifred probablemente me mataría.

Sarah no respondió, pero nuestras miradas se cruzaron. Winifred suspiró, como si hubiera confirmado sus sospechas.

—Eso es, no necesitas decir más. —Se volvió hacia mí, con una expresión sombría—. Mi hermana es una tonta, eres una vampira. Sin embargo, has venido a advertirnos.

Después de unos momentos, dijo con una sonrisa malévola:

—Hagamos un trato.

Sacó una bola de cristal y la colocó en la mesa.

—No estás en posición de negarte.

Con un movimiento de sus manos, la bola brilló intensamente, y sentí una energía extraña que me absorbía. Al mirar la bola, vi una figura idéntica a mí en su interior.

—Oh, y ni pienses en romperla. Tu vida depende de ella —agregó, soltando una carcajada—. Ahora, escucha bien. Nos servirás, tal como viniste a advertirnos, tendrás que informarnos de todo lo que ocurra en Salem. Si te niegas, morirás. Este trato solo terminará cuando nuestras vidas se desvanezcan. Básicamente, nos servirás de por vida.

Winifred sonrió con satisfacción.

—Ahora, vete. Si quieres ver a Sarah, no me importa, pero no la metas en problemas.

Asentí rápidamente, resignada, y me dispuse a salir, pero ella me detuvo.

—Oye —dijo. Me giré para escuchar—. ¿Sabes algo de Billy Butcherson? —preguntó con curiosidad.

—Eh, no, no tengo mucho contacto con él —respondí, notando cómo fruncía el ceño. Era muy expresiva.

—Bueno, añade eso a tus funciones. Infórmame sobre él. Ven al menos cada dos semanas; si no apareces, tu vida se acabará.

Sarah intentó intervenir.

—Winnie, ¿no crees que estás siendo muy exigente co-

Winifred la interrumpió con un golpe en la cabeza.

—¡Cállate, tonta! No estás en posición de opinar, considerando que la estuviste ayudando.

—Sí, Winnie. Lo siento — Sarah agachó la cabeza

Quería decirle a Sarah que no permitiera que la trataran así, pero no me atreví. Winifred se volvió hacia mí una última vez.

—Y tú, cumple con tu parte del trato, y tu vida será permanente. Ahora, vete.

Asentí, y antes de salir, miré a Sarah. Parecía triste, pero me sacudí la cabeza y me fui.

Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora