Hay Mejor Diversión en Casa

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—Creo que entiendo lo que sucede... pero tenemos que darnos prisa, la noche se acaba —dice, y sin más demora, empieza a caminar hacia el origen del ruido. Sus hermanas la siguen obedientes.

Espero hasta que las veo alejarse a una distancia segura. Suspiro, aliviada, y me giro hacia los niños.

—Chicos, si vuelven a ver a esas mujeres... no se acerquen. No son las mejores personas, ¿de acuerdo? —Les hablo en tono serio, y ellos me miran con atención. Me inclino un poco y les sonrío para tranquilizarlos— Ahora, les prometo que después de esta noche iré a sus casas y les llevaré una bolsa de dulces a cada uno. ¿Qué les parece?

—¡Sí! —responden los dos al unísono, sus caritas iluminadas por la emoción.

—Bien. Creo que ya es tarde, deberían regresar a casa —les digo, suspirando.

—Nuestros padres fueron a la fiesta del pueblo —me recuerda Nancy, y me doy cuenta de que no tienen a dónde ir.

—Emm... está bien. Los llevaré a mi casa por ahora, no quiero que anden solos en la calle —Pienso rápido en algo que pueda convencerlos— Tengo una Game Boy, pueden jugar con ella. Incluso se la regalo a uno de ustedes y después compro otra para el que no la tenga. Cuando regrese, los llevo a sus casas; para entonces, sus padres ya deberían estar de vuelta. Si no, pueden quedarse en mi casa esta noche, ¿les parece?

Los niños se miran entre ellos, y ambos asienten con emoción.

—¡Sí!

—Perfecto. Entonces vamos rápido. Tengo otros asuntos que atender esta noche —les digo, apurando el paso hacia mi casa, y ellos me siguen sin protestar.

Después de unos cinco minutos de caminata, llegamos. Les abro la puerta y ambos se quedan boquiabiertos, maravillados al ver el interior.

—¡Wow, T/n! ¡Tu casa es enorme! —dice Nancy, mientras Jeff sonríe, fascinado. Les sonrío y asiento.

—Vale, chicos, esta es la sala, pero sería mejor que jueguen en la habitación por si se quedan dormidos; es mucho más cómodo. Créame, me ha pasado —les digo con un tono divertido para relajarlos un poco.

Ellos asienten, y los guío hasta mi habitación. Es bastante sencilla, con mi cama, un pequeño televisor, un armario y una mesita de noche.

—Muy bien, chicos. Quédense aquí un momento; les voy a traer un poco de agua. Ya es tarde para refrescos y dulces. Déjenme sus dulces, y mañana se los devuelvo, ¿vale? —extiendo la mano, notando su duda—. Recuerden que les voy a traer una bolsa más grande mañana, ¡y además les dejo la Game Boy!

Al mencionar la consola, sus ojos se iluminan. Al fin, me entregan los dulces con entusiasmo, y les paso la Game Boy que saco del cajón de la mesita de noche.

—Bueno, tienen la televisión y la Game Boy, así que diviértanse, ¿eh? Pero nada de hacer desastre.

Ellos asienten, ya inmersos en el juego, y les cierro la puerta suavemente para no interrumpirlos y camino hacia la sala.

La bola de cristal está ahí, pero noto algo distinto. La figura en su interior ya no está encorvada en el suelo, cubierta de nieve. Ahora parece observar su muñeca, como si estuviera midiendo el tiempo. La atmósfera dentro de la esfera se ha oscurecido, algo que solo ocurre cuando pasa algo con las Sanderson. Supongo que es porque mi vida está entrelazada con la de ellas.

Exhalo profundamente, dejándome llevar por el último suspiro antes de salir de mi casa.

Tomo aire y me transformo en murciélago, sobrevolando la ciudad hasta que veo a las Sanderson. Las tres están entrando al salón donde se lleva a cabo el baile de Halloween.

Bajo lentamente y me escondo en un pasillo oscuro, preparándome para volver a mi forma humana. Entonces, escucho el chirrido de la puerta de emergencia abriéndose, seguido de dos voces masculinas, están hablando sobre la noche y lo agotador que es lidiar con los clientes. Trabajadores del lugar, supongo. Tirando bolsas de basura al contenedor, se marchan de nuevo al edificio, dejándome en la soledad.

Espero unos segundos para asegurarme de que no regresen y me transformo, moviéndome rápidamente hacia la entrada principal.

— Oh, señorita Salvadora de Salem, ¿cómo está? — dice un joven, con una sonrisa divertida en los labios. Me desconcierta un instante.

"¿Q-qué?" murmuro, sin ocultar mi sorpresa, y le devuelvo una sonrisa cortés. Hay varias personas en la puerta, dándoles la bienvenida a los recién llegados. —¿Por qué me llamas así, joven? —

— Bueno, se parece muchísimo a la estatua de la Salvadora de Salem, hasta el apellido es igual. Es... bastante peculiar — comenta mientras se aparta, indicándome la puerta con una reverencia exagerada.

— ¿Cómo sabes mi apellido? — pregunto, sintiendo una mezcla de intriga.

— Eres bastante conocida, T/n. Tienes una de las mejores casas en Salem, eres rica y, bueno... bellísima. La verdadera pregunta es, ¿quién no te conocería? —

Ese no era el tipo de notoriedad que esperaba al regresar a Salem. Lo único que quería es traer a Sarah de vuelta, no ser el centro de atención.

— Es un cumplido amable, pero no, no me parezco en nada a ella — respondo, ya un poco cansada de la situación, intentando pasar de largo.

Él sonríe y sacude la cabeza, divertido — Si tú lo dices, T/n — dice mientras me mira. Se aparta y abre la puerta, invitándome a entrar con un gesto muy cordial.

— Sí, vine a distraerme. ¿Me dejas pasar? — Le sonrío, intentando ocultar la impaciencia que se mezcla con la adrenalina.

— Adelante, señorita T/a. Diviértase un rato... tal vez hasta encuentre un novio — bromea, dejando escapar una risilla. Si supiera que a mis espaldas hay una bruja de más de trescientos años, celosa, seguramente mediría mejor sus palabras.

Sin responder, cruzo el umbral. Al entrar, meenvuelve una mezcla de luces y risas; adultos disfrazados llenan el lugar, yuna banda toca alegremente, creando un ambiente vibrante. 

Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora