Por más que los detesto, no puedo evitar pensar que este es el momento perfecto.
Mary, se acercó a uno de ellos y olfateó su tenis.
—¡Bruja, quita tu cara de mi tenis! —gritó Ice, dándole un leve golpe en la cabeza.
Winifred no tardó en jalonear a Mary, reprendiendo su comportamiento. Los idiotas soltaron una carcajada burlona, haciéndoles un gesto de asco a las tres hermanas.
Eso me enfureció. Sin pensarlo, avancé y agarré a Ice por la camisa, acercándolo hacia mí con fuerza.
—Oye, idiota. Cuida tu maldita lengua —le advertí con voz baja pero cargada de ira.
Él se estremeció bajo mi mirada, temblando como una hoja. Lo solté con un empujón y giré hacia las Sanderson.
—¿Por qué? ¿Por qué fui maldecida con hermanas tan idiotas? —se quejó Winifred, mientras hacía sus típicos gestos teatrales con sus manos mientras las miraba con evidente fastidio.
Abrí la boca para regañarla, pero Sarah se adelantó, con su usual tono despreocupado.
—Por pura suerte, supongo.
No pude evitar soltar una carcajada que resonó en la calle. Mary y Sarah se unieron a mí, riendo entre dientes, mientras Winifred soltaba un quejido frustrado.
—Diablos, ¿Por qué siempre son las feas las que se quedan afuera tan tarde? —comentó Jay, interrumpiendo nuestro momento.
Las cuatro nos giramos lentamente hacia ellos. La indignación era evidente.
—¿"Feas"? —repitió Winifred, con los ojos entrecerrados.
Eso fue suficiente. Mi paciencia llegó a su límite. En un instante, utilicé mi velocidad y los sujete a ambos por el cuello, levantándolos en el aire con facilidad.
—Les dije que se callaran, y aun así siguen hablando tonterías —dije con voz gélida, observándolos mientras sus rostros palidecían de terror— Supongo que no es tu culpa; eres lo que eres.
Ambos comenzaron a temblar, su miedo tan evidente que casi podía saborearlo.
—Y no solo eso. Esto no es nada. Se metieron con Nancy, y eso significa que se metieron conmigo. —Apreté ligeramente mis manos, sintiendo cómo sus respiraciones se volvían erráticas— Después de esta noche, nadie va a recordar que existieron.
Mi voz se volvió más grave, más sombría, mientras una necesidad oscura comenzaba a apoderarse de mí. Mi mente libraba una batalla interna, sabía que estaba cruzando una línea peligrosa, una que me había prometido a mí misma nunca cruzar. Pero mi ira era demasiada y, el hambre que empezaba a sentir, no ayudaba en nada.
—Así que no imploren piedad cuando sus vidas estén al borde de la muerte —continué, acercándolos más hacia mí— porque entonces sus muertes serán lo más dolorosas posible.
La tentación de morderlos era casi insoportable. Sentía mi control desmoronándose mientras sentía que esa necesidad de sangre se apoderaba aún más de mi. Aún así, en el fondo, mi conciencia seguía luchando, recordando mi promesa, los motivos que me mantenían firme... y eso me hizo dudar.
Mientras los sostenía en el aire, mi mente era un torbellino de emociones. ¿Qué debía hacer?
—¿T/n? ¿Pequeña vampira? —me llamó Sarah con esa voz suave y curiosa que siempre utiliza conmigo.
Su voz me sacó del trance en el que estaba sumida. Mis manos, que aún sostenían a los idiotas por el cuello, los soltaron abruptamente, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Me giré hacia Sarah, con los ojos abiertos por la sorpresa, y noté su mirada fija en mí.
Ellas no se alejaron ni mostraron temor, pero sus expresiones delataban una mezcla de asombro y curiosidad.
—T/n, tus ojos... son rojos —dijo Mary con un hilo de voz, como si apenas pudiera creer lo que estaba viendo.
Winifred, en cambio, soltó una pequeña risa. Una risa satisfecha que me hizo fruncir ligeramente el ceño.
—Ya era hora de que empezaras a sacar ese lado —comentó, mirándome con algo que parecía aprobación.
Sin más palabras, avanzó hacia los adolescentes que seguían tirados en el suelo, jadeando por el impacto.
—Hay que llevárnoslos —continuó, agachándose lo suficiente para inspeccionarlos — Se cumplirán tus palabras. Aunque me encantaría que fueras tú quien lo hiciera, en este estado está claro que los matarías antes de tiempo.
Sus palabras me atravesaron como una daga. ¿Eso era lo que quería de mí? ¿Convertirme en un monstruo para cumplir sus deseos? Antes de que pudiera responder, Winifred levantó una mano y murmuró un hechizo.
En un destello, los dos idiotas desaparecieron, dejando solo el vacío donde yacían hace un momento.
—¿Qué hiciste? —pregunté, pero mi voz salió más baja de lo que pretendía, como si el desconcierto la ahogara.
Winifred no se molestó en responderme. Simplemente se puso de pie y, con un giro de su capa, comenzó a caminar de regreso hacia su cabaña.
—Hermanas, vamos —ordenó con su típica autoridad.
Sin decir nada, la seguí. Mi mente estaba hecha un caos, y preferí no discutir. Al notar que el trayecto era corto, decidí transformarme en murciélago, alzando el vuelo para mantener una distancia prudente. Desde arriba, observaba cómo avanzaban, como si ese espacio físico pudiera alejarme de lo que acababa de suceder.
Llegamos a la cabaña en cuestión de minutos. Me transformé de nuevo en mi forma humana justo antes de entrar. Ellas no perdieron tiempo en atravesar la puerta, y yo las seguí.
Dentro, el ambiente estaba impregnado de un extraño silencio, roto solo por unos leves quejidos. Mi mirada se dirigió al rincón donde estaban colgados en jaulas esos molestos adolescentes, Ice y Jay. Así que ahí es donde los mandó Winifred, bien. Se balanceaban ligeramente, atrapados como ratas, mientras sus expresiones eran una mezcla de miedo y resignación.
Una leve sonrisa se escapa de mis labios al ver a aquellos miserables suplicar por sus vidas. La imagen de su debilidad me provoca una satisfacción oscura, un deleite que no puedo evitar. Sacudo la cabeza, consciente de la tormenta que eso desata en mi interior, y decido alejarme. Subo a la parte alta de la cabaña, y aunque podría haberme detenido a observar a las Sanderson mientras se preparan, como lo mencionó Winifred, no estoy en el mejor estado, así que solo asomo mi rostro por la ventana mirando la noche desplegando ante mí su esplendor nocturno.
Sin pensarlo dos veces, me transformo en murciélago y vuelo hasta posarme en un árbol cercano. Una vez allí, regreso a mi forma humana, sintiendo el crujir de la corteza bajo mi espalda. El tronco sólido me ancla, dándome un inesperado sentido de seguridad en medio de esta confusión emocional. Respiro profundamente, buscando el alivio, pero la noche ha sido extraordinariamente agitada.
Esa confrontación con aquellos idiotas estuvo al borde de lo que soy, y nunca había sentido que el control se me escapara así. Era como si una fuerza primitiva, instintiva, se apoderara de mí, guiándome hacia un deseo insaciable de morder, de devorar. Todavía puedo sentir el momento como si lo estuviera viviendo de nuevo, el terror reflejado en sus ojos, su temblor, su ritmo cardiaco acelerado mientras resonaba en mis oídos. Era todo un llamado a los instintos más oscuros, un impulso que me empujaba a hacerles daño, a dejar que la sangre fluyera y a saciar esa sed insaciable que apenas lograba contener.
Las Sanderson mencionaron que mis ojos se tornaron rojos, pero nunca he tenido la oportunidad de ver mi propio reflejo, sin embargo, he sentido esa transformación interna, como si una chispa se encendiera dentro de mí. Jamás había sentido una necesidad tan intensa de consumir sangre humana como la que experimenté esta noche. Era una mezcla de sensaciones ajenas: una fascinación deslumbrante y un terror sutil, acechante. Siento que si no controlo este instinto, podría llegar a causar estragos entre aquellos que no merecen sufrir.
La posibilidad de lastimar seres inocentes, como a la pequeña Nancy, me estremece más que cualquier otra cosa, y la idea de perder el control... No puedo permitirme eso.
Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de unos pasos ligeros.
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Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)
RandomSalem guarda más secretos de los que cualquiera imagina. En medio de un romance inesperado y una maldición permanente, una joven se encuentra atrapada en este juego peligroso. Hay mucho en riesgo y llegó tu amor en el peor momento. ¿Podrás sobrevivi...