No es un Adiós, es un Hasta Pronto

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Pero justo cuando el momento se intensifica, el estruendo de un golpe en la puerta nos interrumpe.

Ambas nos giramos, y escuchamos los gritos en el exterior.

—¡Brujas! ¡Hijas de las tinieblas! ¡Abran la puerta! —vociferan los aldeanos, sus voces impregnadas de ira y temor.

A través de la ventana, puedo ver la multitud reunida afuera, antorchas en alto, iluminando la noche con un fuego implacable. Los habitantes del pueblo están aquí, listos para enfrentar a las hermanas Sanderson... y nuestra peligrosa situación apenas comienza.

Winifred se alteró de inmediato y ordenó a sus hermanas que escondieran a la niña. Mary se movió rápidamente, colocándole una manta para ocultarla, mientras Sarah se quedaba mirándome, con una expresión que mezclaba preocupación y amor.

—¡Sarah, muévete! Esconde a T/n, ¡no pueden saber que está aquí! —grita Winifred con un tono de desesperación.

Sarah, sacudida por la urgencia en la voz de su hermana, se vuelve hacia mí rápidamente. Sus manos temblorosas me toman de los hombros, pero sus ojos, cargados de miedo y amor, no se apartan de los míos.

—T/n... te amo —susurra con una suavidad que apenas contrasta con el caos que se escucha afuera. Hay terror en su voz, pero también una firmeza que nunca le había visto antes—. Escóndete. Nos buscan a nosotras, y sé que Winnie tiene un plan... No va a pasar nada, ¿sí?

Entonces, Sarah me sonríe. Es una leve sonrisa, pero rota en los bordes por el miedo, y en sus dedos, que acarician lentamente mi mejilla, hay una calma inesperada.

Antes de que pudiera responderle, Sarah se inclinó y me besó una vez más, sus labios transmitiéndome una mezcla de amor y desesperación. Al separarse, me dedicó una última sonrisa y luego me empujó hacia las escaleras.

Subí rápidamente, y cuando llegué al piso superior, me escondí, con el corazón acelerado. Desde mi escondite, observé a Sarah unirse a Winifred y Mary, quienes ya estaban recargadas en la puerta, esperando enfrentar a la multitud.

—Solo somos tres viejas y amables solteronas... —dijo Winifred, fingiendo inocencia, mientras apoyaba las manos en la puerta.

—Disfrutando de una velada tranquila en casa —añadió Mary, reforzando la coartada con una voz que sonaba casi convincente.

Pero, entonces, Sarah, incapaz de contenerse, se separó de ellas y gritó con un entusiasmo desafortunado:

—¡Succionando la vida de esos pequeños niños!

Mi corazón dio un vuelco. "¡No, Sarah! ¿Por qué dijiste eso?"

Al escucharla, Winifred y Mary se giraron con ojos fulminantes y, en un intento desesperado de detenerla, la agarraron del cuello para hacerla callar. Pero al quitarse de la puerta, dejaron un espacio que los aldeanos aprovecharon para irrumpir en la cabaña. En cuestión de segundos, la multitud los rodeó y, uno a uno, comenzaron a agarrar a cada una de las hermanas.

Las Sanderson pelearon, forcejeando con desesperación para soltarse. Pero la fuerza de la multitud aumentaba, y por cada uno de sus intentos, más personas se unían, sujetándolas con fuerza. La resistencia era inútil.

Desde mi escondite, vi cómo arrastraban a las hermanas Sanderson hacia el exterior. Una vez que se despejó la cabaña, un joven entró rápidamente y se llevó el libro de hechizos de Winifred. Contuve la respiración, esperando a que no me descubrieran. Cuando el silencio se asentó de nuevo, después de unos minutos, salí sigilosamente por la ventana por la que había entrado Thackery.

Me escondí entre los árboles y observé cómo los aldeanos llevaban a las hermanas Sanderson a lado de un árbol. Las habían atado con sogas al cuello, de pie sobre unos barriles. La escena era aterradora; iban a colgarlas.

Desde mi posición, pude ver al padre de Thackery, el señor Binx, de pie frente a las brujas. Me escabullí un poco más cerca para escuchar lo que estaban diciendo, temiendo lo peor.

—¿Qué has hecho con mi hijo, Thackery? —demandó el señor Binx, su voz llena de rabia y desesperación.

Winifred, con una sonrisa de burla, fingió inocencia.

—¿Thackery? —repitió, como si no tuviera idea de a quién se refería.

—¡Contéstame! —gritó el señor Binx, su voz resonando con una furia contenida.

Las miradas de los aldeanos se posaron sobre las hermanas, y yo me quedé en mi escondite, observando, incapaz de hacer nada mientras el destino de las Sanderson yacía en manos de la multitud enfurecida.

—Bueno, no lo sé... —dijo Winifred con un gesto despreocupado—. El gato se comió mi lengua.

La burla en su voz era inconfundible, y se reía abiertamente de la nueva condición de Thackery. Justo entonces, un estruendo de truenos y relámpagos iluminó el cielo, subrayando la tensión del momento mientras las tres brujas reían con malicia. De pronto, entre las sombras, vi cómo un gato negro asomaba y lanzaba un gruñido desafiante: Thackery, en su nueva forma.

—Esto es terriblemente incómodo —murmuró Sarah, tratando de ajustarse la soga al cuello.

—¡Hermanas, canten! —ordenó Winifred, y Mary y Sarah, obedientes, comenzaron a entonar una melodía.

Cuando las tres terminaron de escupir en señal de desafío, algo peculiar sucedió. Mis ojos se encontraron con los de Sarah y, en ese instante, fue como si el mundo se desvaneciera alrededor. Su mirada no era la de siempre; había en ella una mezcla de deseo y nostalgia, un anhelo profundo que me estremeció. Aquella expresión era única, y solo la había visto en dos ocasiones antes.

La primera vez, cuando Sarah me estaba enseñando a controlar mis poderes. Nos habíamos reencontrado después de una larga separación, y en su mirada, además de orgullo, brillaba esa necesidad de cercanía, como si hubiera temido perderme. La segunda, cuando Winifred la había lanzado lejos, tras descubrir su relación con Billy. Aquel día, su mirada reflejaba no solo dolor, sino también una vulnerabilidad que pocas veces permitía que los demás vieran.

Y ahora, esa misma expresión de deseo y tristeza se dirigía a mí, atrapándome por completo. Entendí entonces que, a pesar de todo lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, en ese instante ella solo veía en mí una razón para quedarse, para no perder la esperanza.

—¡No las escuchen! —exclamó el señor Binx, despertando a los aldeanos de la melodía. El joven que sostenía el libro de Winifred lo soltó rápidamente, tapándose los oídos.

El libro, al tocar el suelo, se abrió solo y reveló una página, Winifred, al verla, sonrió con una mezcla de satisfacción y triunfo.

—Tontos, todos ustedes. Mi libro les habla: "Cuando sea luna llena en la víspera de Todos los Santos, un virgen humano nos convocará de debajo de la tierra".

Mientras recitaba la maldición, la voz de Winifred se alzaba sobre la multitud, su risa resonando en cada rincón. Al terminar, Sarah me dirigió una sonrisa, cargada de satisfacción y una confianza profunda en el regreso que les esperaba.

Winifred continuó, con una voz enérgica y llena de determinación:

—Regresaremos, y la vida de todos los niños de Salem serán mías.

Las tres hermanas estallaron en carcajadas, burlándose de los aldeanos, quienes las miraban con repulsión y horror. Al recibir la señal del señor Binx, los aldeanos se prepararon para el acto final. En ese instante, cuando el destino de las Sanderson era inminente, Sarah giró para mirarme una última vez. Sus labios se movieron apenas, en un susurro tan suave que solo pude distinguir una palabra: "Te amo".

La soga se tensó, y en ese último segundo, incapaz de soportar la escena,bajé la mirada mientras el sonido se desvanecía. 

Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora