No me conoces lo Suficiente

19 5 0
                                    

Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de unos pasos ligeros, al levantar la mirada, la veo: Sarah. Me sonríe con esa expresión encantadora, sus ojos azules brillando bajo la tenue luz de la noche.

—¿Qué haces aquí, pequeña vampira? —pregunta, con una dulzura que contrasta con el tono sugerente qué usa, mientras se sienta a mi lado.

—Solo... meditaba un poco —respondo, tratando de mantener la calma. Ella apoya su cabeza en mi hombro, un gesto tan natural y entrelaza sus dedos con los míos.

—¿Qué te tiene tan preocupada? —pregunta, haciendo un puchero infantil que me saca una sonrisa involuntaria.

—Es solo que... nunca me había pasado algo así. Perdí el control tan fácilmente, Sarah, y no puedo permitírmelo. Si ocurre de nuevo, podría lastimar a alguien que realmente me importe —admito con un hilo de preocupación evidente en mi voz.

Ella alza la cabeza de mi hombro para mirarme, sus ojos clavándose en los míos.

—¿Alguien que te importe? —repite, con un deje de curiosidad. Cruza su mirada antes de que lleve su mano a mi collar, sosteniéndolo entre sus dedos con delicadeza.

—T/n... —susurra, frunciendo el ceño— ¿Qué significa este extraño collar? La niña que vimos llevaba uno idéntico.

—Sarah... no —respondo, bajando la mirada, sintiéndome atrapada.

—T/n... —insiste, con un tono que mezcla celos y una pizca de enojo — ¿es una hija o... una descendiente tuya?

Su pregunta me atraviesa como una daga. Alzo la cabeza lentamente, mi rostro torciéndose en una mueca de disgusto.

—No, Sarah. Nunca tuve hijos, no sé por qué piensas eso. Pero... —me detengo, buscando las palabras correctas. Algo en su mirada me obliga a ser honesta— A pesar de que me conoces desde hace más de tres siglos atrás, creo que no sabes tanto de mí como crees.

Ella suelta el collar y se mueve para quedar frente a mí, sus ojos examinándome con intensidad.

—Te escucho —dice con una seriedad poco habitual, el tono que usa demuestra su intriga.

—Hace muchos años... yo tenía solo 15 —comienzo, con un tono de voz distante, mientras saco mis recuerdos de un lugar profundo en mi memoria— Fue entonces cuando te vi por primera vez, Sarah. Lograste... hechizar a mi hermana pequeña. Estabas suspendida en el aire, y en ese momento supe que debía protegerla de ti, evité que se fuera contigo y, aunque parecía una simple acción, cambió mi vida para siempre.

Sarah me mira fijamente, pero yo desvío la vista hacia el cielo, buscando fuerza en la luna mientras continúo.

—Les conté todo a mis padres, y ellos me dieron la tarea de cuidarla, de protegerla pase lo que pase. Esa tarea no solo se convirtió en mi responsabilidad, sino en una promesa. Una promesa que juré no romper jamás.

Hago una pausa, cerrando los ojos un instante. La brisa nocturna acaricia mi rostro, pero no logra calmarme.

—Crecimos juntas. Yo me casé, y con el tiempo dejé de tener contacto con mi familia. Pero cuando mis padres enfermaron gravemente, tuve que regresar a verlos. No se permitían visitas, pero nunca obedecí esas reglas. Soy inmortal, o al menos casi, dejando a un lado el sol, las estacas, la plata... ya sabes —Hago una mueca irónica, aunque mi voz apenas lo refleja— El día que mis padres murieron, logré verlos por última vez.

Sarah permanece en silencio, su mirada cargada de atención.

—Antes de partir, me dijeron que tenían algo especial para nosotras: un collar, uno que simbolizaba nuestra conexión como hermanas. Me pidieron que volviera a acercarme a ella, que no importaba si se casaba o formaba su propia familia, siempre debía protegerla, como lo había hecho desde el principio. Así que le di la mitad del collar, y, por un tiempo, todo volvió a ser como antes, incluso mejor.

Dejo escapar un suspiro profundo, mirando las estrellas como si esperara encontrar allí alguna respuesta.

—Pensé que, con mi condición, podría cumplir esa promesa para siempre. Pero el tiempo... el tiempo no perdona. Mi hermana crecía cada día, mientras yo seguía igual, la gente empezó a notar... a sospechar. No quería arriesgarme a que me acusaran de algo... ni a terminar colgada o quemada en una plaza pública.

Bajo la cabeza, tragando con fuerza para no ceder al nudo que se forma en mi garganta.

—Decidí huir. Me despedí de mi hermana para siempre y le pedí que ese collar lo pasara a sus hijos, y ellos a los suyos, generación tras generación —Mi voz tiembla un poco, y hago una pausa para recomponerme— Me alejé de Salem y perdí todo contacto con ella. No supe qué ocurrió con mi familia... hasta que, siglos después, volví. Fue entonces cuando recientemente conocí a Nancy, la pequeña niña que tiene el collar.

Sarah parece contener el aliento, su expresión un mosaico de emociones mientras sigo hablando.

—Ella... es mi familia, Sarah. Tiene tantos rasgos que tenía mi hermanita y no podía ignorarlo, prometí protegerla, y esa promesa sigue vigente para su descendencia. No importa lo que ocurra, no puedo permitir que nada les haga daño.

Desvío la mirada hacia la luna, ahora acompañada por una lágrima solitaria que no puedo detener.

—Lo perdí todo. Pero ahora parece que, después de tanto tiempo, puedo tener lo que siempre anhelé: a ti... y a mi familia. Aunque Nancy no lo sepa, es mi deber protegerla, y lo será hasta que la línea de mi descendencia termine.

Hago una pausa, tratando de contener las emociones que amenazan con desbordarse.

—Y si ese día llega, Sarah... si mi familia desaparece y tú tampoco estás conmigo... —miro a la luna, mi voz apenas un susurro cargado de nostalgia— Mi vida ya no tendría sentido.

Sarah me observa con una intensidad poco habitual, como si intentara grabar cada detalle de mi rostro. Luego, en un movimiento inesperado, se acomoda en mi regazo y me envuelve en un abrazo cálido, casi desesperado.

—T/n, sabes que te amo mucho, ¿verdad? —susurra, con una vulnerabilidad que rara vez muestra.

Asiento y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura devolviéndole el abrazo mientras intento descifrar la inquietud en su voz.

—Nosotras... —hace una pausa, separándose lo justo para sostener mi rostro entre sus manos. Sus ojos, azules y siempre tan brillantes, reflejan una tristeza que no puede ocultar— Nosotras no sabemos si lograremos sobrevivir... Winnie no pudo recuperar su libro. No recuerda nada de los ingredientes de la poción, y Mary y yo hemos intentado ayudarla, pero no ha funcionado. Winnie... ya se dio por vencida. Está en la habitación con Mary, tratando de consolarla y solo nos quedan unas horas.

Su intento de sonreír para tranquilizarme se queda a medias; el dolor en sus ojos es imposible de ignorar.  

Cuando menciona la poción, abro los ojos con sorpresa.

—Sarah —exclamo, con un atisbo de esperanza iluminando mi voz— Yo conozco los ingredientes, déjame hacerla y en unos momentos la tendrán lista. Solo no le digas a tus hermanas todavía.

Ella me mira con asombro, como si acabara de ofrecerle un milagro. Tras unos segundos de confusión, asiente, aún aturdida por la información. Se levanta, y yo la sigo rápidamente mientras nos dirigimos a la cabaña.  

Bajo la Luna de Salem (Sarah Sanderson X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora