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— Eso debe ser mentira... No puede ser... No es posible...

— Pequeña... No podíamos hacer nada... Ella ya no tenía esperanza alguna para sobrevivir...

Azrael agachó la cabeza para ver el suelo y no el rostro de la niña. Podía escuchar los sollozos que soltaba, viendo el temblor en sus pequeñas manos. Podía oírla claramente en ese lugar pese a que estaba al otro lado de la habitación, el pesar que sentía era tanto que incluso se alejaba más de la aglomeración de personas que se acercaron para consolar a la pequeña rubia.

¡No, es mentira! ¡Devuelvanme a Vaggie ahora! ¡Ella era fuerte como un león! ¡Ella no podía caer ante esas bestias de negro corazón! — gritos que demostraban la tristeza y el desaliento que poseía... Azrael solo sintió pena por ella, él comprende el dolor de una pérdida.

Especialmente si es de un familiar tan cercano, ya sean los colegas con los que creciste, un amigo, un hermano o tus padres. Azrael miraba el suelo oscuro, viendo que ya había oscurecido y empezaba a hacer frío. De sus labios salió un suspiro, el mismo que salió haciendo humo demostrando la baja temperatura de ese momento. Tenía una mirada llena de melancolía, sentía un vacío en el pecho por el reciente evento lamentable. Azrael tenía una extraña empatía con la niña. ¿Por qué? Ya que de todos los dolores que había en ese mundo lleno de miserias y tristezas, le tocó el peor de todos.. El que te pone en un estado mental sensible, dónde todo pierde sentido y no estás conforme con nada...

El dolor emocional. Ah, ese en especial hace miserable al más miserable. Una sonrisa melancólica adornó su cara, su piel brillaba como porcelana ante el brillo plateado que la luna regalaba a la tierra, como un frío abrazo de aliento dado por la muerte para calmar el miedo que se presenta al instante de pasar a la eternidad, sabiendo que volveríamos a donde pertenecemos. Sus ojos de obsidiana miraron el cielo sin estrellas, pensando y sintiendo algo raro que decía que debía prepararse. Sacudió sus cabellos, viendo cómo las mechas que tenía en cola alta se colaban en su hombro y su flequillo cubría sus ojos.

— Una de las cosas que odio más es anticiparme. — sus manos se pusieron detrás de su cabeza, y con una gran sonrisa se dio la vuelta — Me gustan las sorpresas, así que espero algo realmente entretenido.

Iba a volver a dentro para calmar a la niña, pero luego de un par de minutos pensó en algo. Un prospecto que hace poco había recuperado, que se le había sido devuelto de la mejor forma posible... Una familia. ¿Qué venía a su mente con esa palabra que hace mucho había aborrecido? La que escuchaba bonita, dulce y acogedora. Pero la que él tuvo fue todo lo contrario, amarga, perturbada y tóxica. Desde el hermano que se obsesionó con él no solo como hermanos sino también sexual... Su familia estaba loca, rota, no tenía salvación... Pero, si ahora piensa en esa palabra.

"Familia" ahora puede entender porque a todos les provoca una sonrisa cálida. Porque si recordaba la actitud pedante de Alastor, que aún cuando lo trataba hoscamente, él sabe que le da la bienvenida y aunque no es con una sonrisa, él comprende que lo ha aceptado como un posible cuñado. La calidez que brota de su pecho cuando en su mente se muestra la sonrisa cálida y llena de amor de Charlotte, la hija del demonio más temido de todo el mundo... Quizá así se siente tener una sobrina que te quiera como un tío, y él haría lo posible por ella... ¿Y qué decir de la camaradería que compartía con Lucifer? El demonio que trata con tanta confianza como si de un hermano consanguíneo se tratara.

Suspiró otra vez.

— Soy bendecido por tener una buena familia. — se detuvo de golpe, frunciendo el ceño — Ah... ¿Dónde estarán esos dos? ¿Habrán echado finalmente al intruso fuera de aquí?

Apenas había dado un paso hacia delante cuando un jadeo lo asustó.

Azrael... — La voz de Alastor llamó su atención y se dió la vuelta casi al instante.

Epifanía. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora