Me desperté.
Abrí los ojos lentamente. Sentía el cuerpo pesado, con un dolor punzante en... en muchas partes.
¿Cuánto tiempo estuve durmiendo?
Miré a todos lados, con algo de dificultad, aún me dolía el cuerpo. Parecía estar en una camilla de la enfermería.
Noté que había alguien al lado. Una chica de cabello rubio platinado, que me miraba con preocupación. Sus ojos azul celeste parecían contener un océano de preguntas, pero no dijo nada.
—¿Di... Diana? —balbuceé.
Diana asintió lentamente, pero no sonrió. Había algo en su expresión que me inquietó, no era solo preocupación, sino una mezcla de culpa y... ¿miedo?
—Sí, soy yo —respondió con voz suave, casi temblorosa— me alegra que hayas despertado.
Intenté incorporarme, pero un dolor agudo en mi costado me hizo soltar un quejido. Diana se apresuró a detenerme, colocando una mano firme pero delicada en mi hombro.
—No te esfuerces. Todavía no estás bien.
Me quedé acostado en la cama. Ambos hicimos contacto visual, y nos mantuvimos así por unos minutos, en silencio.
—¿Cómo están las chicas? —pregunté finalmente.
—Todas está bien. No sufrieron daños mayores. —Vaciló antes de seguir hablando— ellas querían venir a verte, pero... no están dejando a nadie entrar.
Levanté una ceja, intrigado.
—Entonces, ¿cómo entraste tú?
Ella desvió la mirada, parecía avergonzada.
—Eso no tiene importancia.
No insistí. Ella no... no parecía interesada en preguntarme nada, aún después de lo que me vio hacer, así que yo tampoco la haría hablar.
—Gracias —dijo— por salvarme.
Maldita sea. Al final sacó el tema.
—Diana... sobre lo que pasó...
—No —me interrumpió— no hace falta que me expliques nada. Solo... gracias.
Suspiré, aliviado. No tendría que dar explicaciones incómodas.
Hace unos meses, no habría concebido estar solo en la misma habitación que Diana y sentirme tranquilo. La había odiado durante todo el curso, pero ahora... ya no, o al menos no tanto como antes. Sin embargo, seguía siendo mi rival, no me iba a rendir tan fácilmente.
—Esta vez me ganaste, Michelangelo —dijo ella en voz baja.
—¿Uh? —La volví a ver, confundido.
—Debo admitir que me superaste esta vez. —Esbozó una pequeña sonrisa— eres más fuerte que yo, y puede que... incluso tengas más valentía. Pero no será igual la próxima vez.
Me quedé mirándola, sorprendido. ¿Diana, la siempre arrogante y competitiva Diana, admitiendo una derrota? Parecía casi irreal, pero su tono no tenía rastro de sarcasmo ni de burla, solo una aceptación genuina.
—¿Eso es un cumplido? —pregunté, medio en broma, intentando aliviar la tensión en el aire.
Diana alzó una ceja, y la sombra de su antigua actitud desafiante volvió a sus ojos.
—No te lo tomes tan en serio. Solo estoy siendo honesta... por esta vez.
Solté una leve carcajada, aunque el dolor en mi cuerpo hizo que se convirtiera en un gemido reprimido. Diana negó con la cabeza, exasperada, pero con un destello de diversión en su mirada.
—Definitivamente eres un idiota. Pero un idiota que no deja de sorprenderme.
—Supongo que debería sentirme halagado —respondí, ajustándome en la camilla con cuidado.
El ambiente se relajó un poco. Por un momento, fue como si todo lo que había sucedido quedara en un segundo plano. Sin embargo, algo seguía inquietándome. Había un peso en sus palabras, en su presencia, que no podía ignorar.
—Diana —dije después de un rato, en un tono más serio— ¿Qué pasó después de que me desmayé?
Su expresión cambió de inmediato. La pequeña sonrisa que había mostrado se desvaneció, y sus ojos se oscurecieron.
—Esos enmascarados se fueron. Por suerte, nadie murió, al menos ninguna de las nuestras —explicó— pero todo es un desastre. No han parado de discutir allá afuera.... Esto es una situación difícil. Nos enfrentamos al primer grupo terrorista conformado por personas mágicas.
Y todo esto era por mi culpa. Si nunca hubiera venido a Luna Nova, esto jamás hubiera pasado.
Diana me volvió a ver de nuevo a los ojos. Eran tan azules, como dos pedazos de cielo. Se puso de pie, sin quitarme la mirada de encima.
—Recupérate pronto, Mikey.
Sentí un vuelco en el pecho al oírla usar mi apodo. No sabría decir porqué...
—Diana... —quise decir algo, pero no encontré las palabras.
Ella se giró, avanzando hacia la puerta con pasos firmes. Antes de salir, se detuvo y habló sin mirarme.
—Nos vemos en clases.
Y sin más, salió, dejándome solo en la enfermería de nuevo. Me quedé mirando el techo, pensando en todos los eventos recientes.
Desde ahora, todo sería diferente.
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Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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El Primer, Único e Inigualable Brujo
FanficEs conocimiento común que las brujas son solo mujeres. No hay muchas en el mundo actualmente, pero son las únicas capaces de controlar la energía sobrenatural conocida como magia, o eso se creía hasta la llegada de un peculiar chico a Luna Nova, una...