Capítulo cuarenta y cuatro.- Mis latidos.

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Summer.

Un mes había pasado desde que Nikolai estaba en su gira. Mentiría si dijera que no lo extrañaba. Por dios contaba los días y horas para volver a verlo.

Mi vientre comenzaba a notarse un poco, se notaba una pequeña bolita, simplemente parecía que estaba un poco inflamada pero no, eran los bebés que estaban haciendo acto de presencia.

Había querido viajar hace una semana con Nikolai, el ahora se encontraba en Londres.

Pero cuando hablé con mi ginecóloga me dijo que mejor me mantuviera en reposo y que no viajará, no después de lo que había sucedido hace un mes. Cuando se lo conté a Nikolai estaba igual de desanimado que yo, pero dijo que era mejor esto. Que el próximo mes pasaría rápido.

¿Pero como podía explicarle que todo el tiempo estaba pasando muy lento? O al menos yo así lo sentía.

Estaba sola, embarazada y muy hormonal sobre todo.

La puerta de mi oficina se abrió dejando ver a Katherine que me sonrió, trate de sonreír pero mi sonrisa no llego a mis ojos.

—¿Qué pasa?

—No he hablado con Nikolai en todo el día.

—Summer, ha de estar ocupado.

—Lo extraño. —Susurré, los ojos se me llenaron de lágrimas y cuando menos lo espere

Katherine me estaba abrazando.

—Estos sobrinos míos te están haciendo muy hormonal.

—Yo lo sé. Por dios, ahora soy una llorona.

—Es normal, Summer.

—Pero odio sentirme así.

Ella asintió mirándome, limpié mis lágrimas bufando.

—¿Sucedió algo?

—Te traje tu comida, dijiste que no podrías salir a comer, así que te he traído un poco de comida italiana. Mis sobrinos deben de alimentarse para crecer muy sanos.

—Gracias.

Katherine sonrió.

—¿Has hablado con Evan? —Pregunté, viéndola. Ella negó

—No, pero no quiero hablar de eso, Summer.

—Deben hablar.

—El es un terco, que no quiere escucharme.

—Hablaré con él.

—No, no te preocupes Summer. Tu tienes tus propios problemas como para que te agobie con los míos.

—Pero lo amas.

—Arreglare las cosas, lo prometo.

Dudosa asentí.

—Ahora come.

Abrí la comida dejando a la vista una deliciosa pasta.

Finge que me quieres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora