Madison y Harry le habían puesto fin a su relación, ninguno de ellos pensaba que las casualidades de la vida los haría reencontrarse más de una vez... ¿Que sucedera cuando se den cuenta que están atados por un hilo invisible?
Continuación de "You we...
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El avión ya estaba en tierra, pero el nudo en mi pecho no cedía. Desde la ventana, las luces del aeropuerto parpadeaban en la distancia, frías y lejanas. Acaricié la cabeza de Max, que asomaba ansioso desde su transportadora. Su energía era la única constante, el único hilo que me anclaba a algo más simple.
Bajé del avión, respirando hondo el aire frío de Toscana. Era distinto, más denso, más real. Me detuve un segundo en la escalinata, dejando que la humedad se colara en mis pulmones como una promesa de algo nuevo o, al menos, de algo que no doliera tanto. Detrás de mí, Harry bajó con Max en brazos. Lo vi acariciar su lomo, sus ojos suaves cuando se cruzaron con los míos. No dijeron nada, pero tampoco hacía falta.
— No pensé que Max iba a aguantar tanto tiempo sin ladrar — Comenté, intentando romper el silencio con algo más liviano.
Harry sonrió, acomodando a Max contra su pecho mientras bajaba los últimos escalones.
— Creo que se toma más en serio lo de comportarse en los aviones que nosotros.
Solté una risa suave, inesperada pero bienvenida.
— Si fuera así siempre, podríamos llevarlo a todas partes.
— ¿Y quitarle sus siestas en el sofá? Ni pensarlo — Bromeó Harry mientras llegábamos al coche.
La pista estaba vacía, salvo por un coche oscuro que nos esperaba. Sin preguntas, sin miradas curiosas. Cargamos nuestras maletas en silencio, mientras Max saltaba al asiento trasero con la alegría inocente que yo había perdido hacía tiempo. Me dejé caer junto a él, y cuando Harry se acomodó a mi lado, apoyé la cabeza en su hombro. No dije nada. Solo sentí su mano firme y cálida.
Las luces de la ciudad brillaban en la distancia, desenfocadas. Cerré los ojos, dejando que el suave murmullo del motor y el calor de Max sobre mis piernas me adormecieran. Italia nos recibió sin ruido, sin preguntas. Exactamente lo que necesitaba.
Era de noche cuando llegamos al pequeño pueblo de la Toscana. La oscuridad lo envolvía todo, pero las luces suaves de las calles empedradas, dispersas y cálidas, daban la sensación de que el tiempo se había detenido aquí. Las montañas a lo lejos eran sombras difusas bajo el cielo estrellado, y el aire, fresco y ligeramente húmedo, era un alivio para los pulmones después del calor del viaje.
La casa de Harry estaba al final de un camino de tierra, solitaria y rodeada por un jardín silente, como si la naturaleza hubiera decidido abrazarla por completo. Cuando nos acercamos, la luz tenue de las farolas de la calle apenas iluminaba la entrada, pero era suficiente para mostrar la belleza sencilla de la construcción, de las paredes de piedra que parecían haber estado allí durante siglos.
Max, como siempre, mostró más energía que los dos juntos, corriendo hacia el jardín y olisqueando las plantas y arbustos. Mientras Harry deslizaba la llave en la puerta, me quedé un momento observando, dejando que el entorno me envolviera. Algo en la quietud del lugar me hizo sentir como si el mundo exterior ya no existiera. Solo nosotros.