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El coche iba a paso lento por la calle residencial adornada con globos verdes, azules y naranjas

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El coche iba a paso lento por la calle residencial adornada con globos verdes, azules y naranjas. Yo llevaba una mano sobre la panza, que ya estaba en tamaño planeta, y la otra tratando de evitar que Dora tirara otra vez su vaso al piso del auto. Harry iba al volante, tarareando algo, seguramente una canción que inventó para que Dora no se durmiera antes de llegar.

— Mira, Dora — Le dije, señalando por la ventana — ¿Ves esos globos? Seguro hay un dinosaurio enorme esperándonos.

Dora me miró como si ya lo supiera.

— ¡Dino! — Dijo muy segura de sí misma, con su voz chiquita y su boca llena de galleta.

— Eso mismo — Asentí, con una sonrisa cansada pero feliz.

A medida que se acercaban los dos años de ambos, Dora y Jack habían encontrado su propio ritmo. Al principio, pobres, los juntábamos casi a la fuerza. “Van a ser mejores amigos”, decíamos Abby y yo, como si fuera una ley. Pero con el tiempo, les gustó la idea. Se reían juntos, compartían juguetes (a veces), y ya se buscaban el uno al otro en cuanto llegábamos a cualquier lugar. Era lindo. Demasiado lindo.

— No me vas a dejar bajarme sola — Le dije a mi esposo.

— No, pero tampoco vas a cargar nada. Ni a Dora. Ni a ti misma.

Se bajó rápido, vino a abrirme la puerta como si estuviéramos en una alfombra roja y, sin decir mucho, me ayudó a levantarme. Luego fue por Dora, por la mochila, por el regalo envuelto con stickers de dinosaurio, y por el tupper con las galletitas sin azúcar que Dora podía comer. Todo se lo colgó encima como si fuera un perchero humano.

— ¿Algo más? — Preguntó, ya con Dora en brazos y todo lo demás colgando de él.

— Sí — Dije, dándole un beso en la mejilla —  Gracias, burro de carga.

Cuando llegamos al jardín, vimos a Jack parado en la entrada, con un sombrero de triceratops en la cabeza y la cara completamente manchada de verde. Tenía los brazos abiertos como si nos estuviera esperando desde hacía horas.

— ¡Dora! — Gritó con toda la emoción de sus dos años cumplidos.

Dora, desde el brazo de su papá, gritó de vuelta como si no lo hubiera visto en siglos aunque se vieron la semana pasada — ¡Jack!

Abby apareció detrás de él, con esa sonrisa enorme que le sale siempre que nos ve llegar. Se agachó para agarrar a Jack y lo ayudó a acercarse mientras Dora hacía el amague de lanzarse de los brazos de Harry.

— ¡Ahí están mis personas favoritas! — Dijo Abby, abrazándome con cuidado, como si yo fuera de cristal.

Harry le pasó a Dora a Abby por un segundo, y Jack y ella se abrazaron como si tuvieran cinco años más. Se quedaron ahí, agarrados, riéndose por nada, mientras Abby y yo nos mirábamos con ese orgullo tonto de madres que sienten que hicieron algo bien, mientras los bajaba al césped.

INVISIBLE STRING [H.S] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora