Madison y Harry le habían puesto fin a su relación, ninguno de ellos pensaba que las casualidades de la vida los haría reencontrarse más de una vez... ¿Que sucedera cuando se den cuenta que están atados por un hilo invisible?
Continuación de "You we...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sol de la tarde caía con suavidad sobre las calles empedradas mientras caminábamos por el mercado. Acabábamos de almorzar en un restaurante junto a la playa, y ahora hacíamos unas últimas compras antes de partir hacia el pequeño pueblo costero donde pasaríamos nuestros últimos dos días en Italia.
— Si seguimos así, vamos a terminar comprando más de lo que necesitamos — Comenté, observando la cesta en el brazo de Harry, que ya tenía pan, aceitunas y algunas verduras que no recordaba haber elegido.
Él sonrió con tranquilidad, pasando una mano por su cabello despeinado.
— Es parte de la experiencia, ¿no? — Respondió— Además, todavía nos falta elegir el vino.
Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír. Sabía que Harry estaba disfrutando este momento tanto como yo. Estos días en Italia nos habían dado la oportunidad de estar solos, lejos de todo el ruido, de las cámaras y de la presión de lo que se avecinaba.
Nos detuvimos en un puesto de frutas, donde una mujer mayor nos sonrió con amabilidad. Le hablaba a Harry en italiano con tanta naturalidad que él apenas tuvo tiempo de procesarlo antes de mirarme con una ceja arqueada.
— Creo que me está recomendando algo… — Murmuró, rascándose la nuca.
— Está diciendo que las fresas están en su mejor punto ahora — Le traduje, tomando una y probándola sin dudar. Era dulce, jugosa, perfecta.
Harry me observó con una sonrisa de satisfacción antes de asentir a la mujer y señalar la canasta.
— Llévense un poco para más tarde — Dijo ella con una calidez que me recordó a mi abuela.
— Grazie — Agradeció Harry, con ese acento suyo que lo hacía sonar más encantador de lo que debería.
Seguimos caminando, sin prisa. Nos quedaban un par de días en Italia antes de regresar a la locura, y aunque sabía que ambos estábamos emocionados por lo que venía, también éramos conscientes de que momentos como estos no eran tan frecuentes como antes.
Y yo, sinceramente, quería saborearlos tanto como esas fresas perfectas de la tarde.
La casa en la que nos estábamos quedando era pequeña, acogedora, con una cocina rústica que olía a madera y a los restos del café que habíamos tomado antes de salir.
Era nuestras últimas horas en esta parte de Italia antes de irnos al pequeño pueblo donde pasaríamos los últimos dos días. Guardábamos todo con calma, pero Harry… bueno, Harry no estaba precisamente calmado.
Subí las escaleras para cambiarme. Me puse un vestido blanco ligero, fresco para la temperatura cálida de la mañana, y recogí mi cabello en un moño improvisado. Desde arriba, escuchaba a Harry moverse de un lado a otro, abriendo y cerrando cajones, revisando su chaqueta y luego dejándola en cualquier parte.