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El interior de la boutique parecía sacado de un reality de televisión. Percheros dorados llenos de vestidos de novia, iluminación cálida que hacía que las telas brillaran con un resplandor etéreo y un área de espera con sofás aterciopelados donde las acompañantes de la novia podíamos sentarnos a opinar como si fuéramos expertas en moda nupcial. El aire olía a flores frescas y perfume caro, y lo mejor de todo: había champán gratis.

— Esto es lo más cerca que estaré de sentirme millonaria sin hacer nada — Murmuró Sophie, tomando una copa con una sonrisa satisfecha.

— Yo sigo sin entender por qué hay champán a esta hora de la mañana — Comentó Cassandra, la mamá de Abby, aunque no rechazó su copa.

— Porque es tradición — Respondió Devon —  Elegir el vestido de novia es un momento importante, se supone que debe sentirse especial.

— Se siente especial, pero también se siente como una prueba de paciencia — Dijo Abby, observando los vestidos como si estuviera ante una decisión de vida o muerte — ¿Y si no encuentro el indicado?

— Siempre puedes casarte en pijama — Le dije con una sonrisa para alivianar sus nervios, haciendo que soltara una risa breve.

La asistente de la boutique, una mujer impecablemente vestida y con la paciencia de un santo, apareció con una primera selección de vestidos. Había de todo: cortes ajustados, faldas voluminosas, encajes delicados, sedas brillantes… Y en cuanto Abby se probó el primero, las opiniones comenzaron.

Era un vestido con falda amplia de tul, el tipo de prenda que hacía que cualquiera se sintiera como una princesa de Disney. El corset estaba decorado con pedrería brillante y el escote en forma de corazón enmarcaba sus hombros con delicadeza.

— Definitivamente pareces una princesa — Comentó una de sus amigas.

— Sí, pero de las que protagonizan películas en los noventa — Soltó Sophie — Demasiado brillo, demasiada tela, demasiada… fantasía.

— ¿No te gusta el brillo? — Preguntó mi mejor amiga mirando su reflejo con un poco de duda.

— Me gusta, pero no cuando pareces un candelabro de lujo.

Abby suspiró y desapareció en el vestidor.

Este era completamente diferente. Se ajustaba a su figura con un corte sirena que resaltaba su silueta, las mangas largas de encaje creaban un efecto delicado y el escote en la espalda era el detalle perfecto para darle un toque sensual sin ser demasiado atrevido.

— Este es precioso — Hablo Devon, asintiendo con aprobación.

— Sí, pero ¿puedes bailar en él? — Pregunté, viendo cómo Abby intentaba moverse.

Ella giró con torpeza y casi se tropieza.

— No sé si quiero bailar o si quiero que Ben me cargue como una estatua — Bromeó antes de descartar el vestido.

Sin adornos, sin encajes, sin volumen. Era un vestido de seda completamente liso, con un corte recto que caía hasta el suelo con una elegancia sencilla.

— Me gusta, pero es demasiado… sobrio — Murmuró mi mejor amiga, girando frente al espejo — No me veo casandome con alfombra tan simple.

— Podemos añadirle un cinturón brillante para darle más personalidad — Sugirió la asistente.

Abby se mordió el labio y volvió al vestidor.

Este tenía de todo: perlas, encaje, bordados de flores, mangas voluminosas y una falda tan grande que podría esconder a un par de niños debajo. Cuando Abby salió con él, todas nos quedamos en silencio debido a su cara de disgusto.

INVISIBLE STRING [H.S] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora