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Conducía por las calles de Londres con las ventanas apenas abiertas, dejando que el aire fresco de la mañana se colara en el auto. Mi vuelo había aterrizado antes del amanecer, y Abby venía conmigo esta vez. Apenas aterrizamos, las dos decidimos pasar por una cafetería que amamos. Ninguna podía soportar el hambre ni un minuto más. Y ahora, más que nunca, teníamos a alguien más que alimentar.

Cuando llegué a la casa que compartía con Harry, el cielo seguía gris, pero ya había claridad suficiente como para no tropezar con nada. Bajé las valijas del maletero con cuidado, y apenas cerré la puerta del coche, Max salió disparado desde el jardín como un rayo. Saltó sobre mí, con ese entusiasmo tan suyo, y empezó a olfatearme como si no me hubiese visto en años.

— ¿Ya lo sabías tú también? — Le dije, riéndome mientras él insistía en olfatear mi barriga.

Sus patas se apoyaban en mis caderas como si intentara darme un abrazo, y me dio un par de lametones en la muñeca antes de volver a su inspección.

En estos días, a veces me descubro tocándome el abdomen, como si buscara confirmar que de verdad hay alguien ahí. Aún está plano, pero sé lo que está ocurriendo. Y aunque cueste creerlo, lo estoy creando yo. Con mi cuerpo. Con todo lo que soy.

Las náuseas, que me habían tenido a maltraer durante días, casi habían desaparecido. Como si mi cuerpo hubiese estado intentando decirme algo desde el principio.

— Tranquilo, voy a contárselo — Le susurré a Max, acariciando su cabeza mientras él meneaba la cola — Solo... déjame entrar primero.

La casa estaba tranquila cuando llegué. Silencio en cada rincón, apenas el sonido lejano del perro husmeando por el jardín y las persianas que se movían con el viento. Harry debía estar en el gimnasio, como casi todas las mañanas de descanso, así que aproveché para subir con las valijas y darme una ducha sin apuros. Lo había extrañado, sí, pero también necesitaba un momento para mí antes de volver a sentir todo de golpe.

El agua caliente me ayudó a relajarme, aunque por dentro todavía sentía ese pequeño torbellino: la mezcla entre nervios, emoción, dudas… Hoy vería por primera vez algo que aún no sabía cómo procesar. Alguien. Un alguien que estaba ahí adentro, creciendo. Y ni siquiera había tenido tiempo de decirle a Harry.

Salí del baño envuelta en una toalla, con el cabello goteando, y me detuve un segundo frente al espejo. Inconscientemente, mis dedos se apoyaron en mi abdomen todavía plano. Era absurdo pensar que ya lo estaba creando.

Estaba eligiendo una sudadera cuando escuché el sonido de la puerta principal. Un golpe suave, el ruido de llaves, pasos conocidos. Y luego Max, corriendo como loco hacia el living.

Me asomé al pasillo justo a tiempo para verlo. Entró con su mochila colgando de un hombro, auriculares todavía puestos, y dejó su botella de agua sobre la mesa sin mirar. Traía una camiseta blanca pegada al cuerpo, la piel un poco húmeda por el sudor haciendo que quiera tenerlo en la cama todo el día.

INVISIBLE STRING [H.S] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora