Madison y Harry le habían puesto fin a su relación, ninguno de ellos pensaba que las casualidades de la vida los haría reencontrarse más de una vez... ¿Que sucedera cuando se den cuenta que están atados por un hilo invisible?
Continuación de "You we...
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La alarma de Harry sonó a las ocho en punto, pero él apenas se movió. Con un movimiento torpe, estiró la mano para apagarla y volvió a hundir la cara en la almohada, murmurando algo ininteligible.
Me giré en la cama, apoyando el rostro en mi brazo mientras lo observaba. Su respiración seguía siendo pesada, los ojos cerrados con fuerza, y su pelo, completamente enredado, caía sobre su frente. No parecía tener ninguna intención de moverse.
— Buenos días, estrella de rock — Dije en voz baja, dándole un empujoncito con la rodilla.
Harry gruñó algo que no entendi y se acurrucó más en las sábanas murmurando con la voz rasposa — Cinco minutos…
— No hay cinco minutos más — Respondí, deslizando mi mano por su espalda descubierta — Es hoy.
No tenía que decir más. Lo sintió. Exhaló lentamente, abriendo los ojos poco a poco, y en cuanto nuestras miradas se cruzaron, sonrió.
— Es hoy — Repitió, como si necesitara confirmarlo en voz alta.
Le revolví el pelo antes de levantarme. Sabía que tardaría unos minutos más en salir de la cama, pero no importaba. Todavía teníamos la mañana para nosotros antes de que todo se volviera un torbellino.
Bajé a la cocina y puse la cafetera en marcha. Todavía era temprano y la casa estaba en completo silencio. Nos mudamos hace dos meses, y aunque ya se sentía como hogar, aún había cosas pendientes. Algunas cajas seguían en la habitación de invitados, el estudio estaba a medio organizar y el jardín apenas estaba tomando forma. Nos lo tomábamos con calma, sin prisa, disfrutando cada parte del proceso.
Mientras el café se preparaba, saqué pan de masa madre y lo puse en la tostadora. Afuera, el cielo estaba completamente despejado, algo raro en Londres. La luz entraba por la ventana y se reflejaba en la encimera de mármol, dándole a la cocina un aire cálido y acogedor.
Escuché pasos bajando las escaleras y, segundos después, Harry apareció en la puerta. Su camiseta blanca estaba arrugada, su pantalón de pijama colgaba un poco de su cadera y su pelo seguía siendo un desastre.