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La mañana había arrancado temprano, con ese sol tibio que en Los Ángeles siempre parece más cinematográfico de lo que uno espera. Ollie se había despertado antes de lo usual, justo cuando Harry y Dora estaban bajando a la cocina, y desde entonces todo fue una pequeña coreografía: desayuno, mochilas, botellitas de agua, pañales, sombreritos, y conversaciones cruzadas entre dientes y besos en la cabeza de los chicos.

Ya estábamos afuera, en el camino de entrada, cuando terminé de ajustar el portavasos en mi auto y dejé mi bolso en el asiento del acompañante. La puerta del coche de Harry seguía abierta, y desde adentro, Dora estaba sentada en su sillita girada, esperando con las piernitas colgando, moviéndose como si tuviera música adentro.

— ¡Mamá, mamá! — Me llamó, apenas me oyó cerrar la puerta de mi lado — ¡Vamos al parque con los patitos! y también papá dijo que podíamos comer helado de mango.

Me acerqué con Ollie dormido contra mi pecho en el fular. El pobre estaba agotado. Le había costado dormir la noche anterior y ahora, con la pancita llena y envuelto como un burrito, se había rendido del todo.

— ¿De mango? — Le pregunté a Dora, fingiendo sorpresa.

— Sí, y papá va a tomar uno de frutilla porque no quiere de chocolate hoy — Me contestó, y me derretí.

Harry, que venía saliendo con una mochila colgada al hombro, me guiñó un ojo al oírla.

— Se lo tomó muy en serio — Dijo, riendo bajito.

— Como debe ser — Le respondí, ajustando un poco al bebe en el portabebés — ¿Estás segura de que podras cuidarlo a papá?

Ella asintió con tanta fuerza que el rulito que le colgaba delante le rebotó en la frente, igual que Harry.

— ¡Yo lo ayudo, mamá!

Me acerqué y le di un beso largo en la mejilla, uno de esos que la hacían reír porque decía que hacían cosquillas. Le acaricié la manito un segundo más antes de dejarla volver a su lugar, y me giré hacia Harry.

— Tienes todo, ¿no? — Le pregunté a mi esposo.

— Sí, te mandare fotos si es que lo quieres.

—Eso es lo único que quiero ver hoy — Le sonreí, y nos dimos un beso cortito pero cálido. El tipo de beso de esos días que son tranquilos, que te duran todo el camino.

Me separé con suavidad y abrí la puerta trasera de mi auto. Ollie se movió apenas cuando lo desaté del fular, pero ni abrió los ojos. Lo acomodé con cuidado en su sillita, metiéndole su peluche favorito entre los bracitos y ajustándole el sombrerito que siempre terminaba torcido a los dos minutos.

— ¿Y mamá adónde va? — Me gritó Theodora desde el coche de Harry.

— A una oficina gigante con sillones muy aburridos — Le respondí, cerrando la puerta de Ollie con cuidado.

INVISIBLE STRING [H.S] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora