"Capítulo 32"

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MATTEO P.O.V.

A penas aparco el coche en el estacionamiento del edificio de departamentos, suelto un suspiro y me gira hacia la señorita que ha creado discordia entre Émery y yo esta noche con su sola presencia.

—Puedes bajar. —le aviso y ella me dedica una sonrisa ladina antes de abrir la puerta y abandonar el coche.

Llevo una mano a mis sienes cuando por enésima vez el dolor punzante de cabeza que me invade. Llevo la última media hora así, conducir fue un infierno y no cerrar los ojos cada vez se me hacía más insoportable. Por suerte llegamos antes de que pudiera hacerlo y provocara un accidente. Estoy más cansado de lo que debería, mis neuronas parecen bailar la conga en mi cerebro y tengo el estómago dando vueltas.

Se lo atribuyo a los últimos sucesos. Nunca me había sentido tan cansado tanto emocional como físicamente y eso que ni siquiera tomé y bailé tanto como la hermosa chica que duerme plácidamente a mi lado en el asiento del copiloto.

Elevo una mano hacia su mejilla y acaricio con mis dedos la tersa superficie.

—Mery. —llamo suavemente—. Llegamos, despierta.

Nada. No hay respuesta.

—Vamos, enana, levántate. —muevo sutilmente su brazo en un intento porque abra los ojos, pero solo obtengo un gruñido en respuesta.

Niego con la cabeza y salgo del auto, rindiéndome.

Toca hacer de príncipe azul.

Rodeo el auto y en cuanto abro la puerta, la saco de allí y cargo su peso, pasando una mano bajo sus rodillas y la otra bajo sus brazos.

Al pasar por el lado del hombre de seguridad del estacionamiento, le hago una seña hacia mi auto y él entiende, yendo enseguida hacia él para ponerle el seguro.

Hago un gesto con la cabeza hacia Jessica al verla sentada en uno de los sofás de la recepción, esperando a que llegara seguramente. Entro al ascensor con Émery en mis brazos y me pego lo más posible a la pared cuando la pelinegra entra a penas unos segundos después.

Las puertas se cierran y nos sumimos en un tenso silencio. Me entretengo mirando las facciones relajadas de mi enana al dormir, porque no quiero tener que ver a la chica de mi lado.

Aún me hierve la sangre de pensar en lo que hizo en el bar; tratar a mi novia como si fuera un puto cero a la izquierda. Hubiera interferido de no ser porque sé perfectamente que Émery Johnson sabe defenderse como es debido. Por muy amiga de la infancia que pueda ser Jessica, ni en un millón de años le permitiría una humillación u ofensa hacia mi enana, así que ni contemple la posibilidad de que existirá una próxima vez en donde recuerde que soy un caballero y me contenga de despotricar todo lo que dejé pegado en mi lengua hoy.

Ni siquiera debería aceptar darle hospitalidad esta noche, pero tampoco soy un maldito cabrón para dejar a una chica sola en la calle a las casi una de la madrugada.

El sonido de las puertas del elevador abrirse me trae a la realidad nuevamente. Acomodo mejor a Mery y salgo rápidamente sin girarme a ver si Jessica me persigue.

Cuando llego a la puerta, me doy cuenta de que es literalmente imposible que saque las llaves con ambas manos ocupadas, así que bajo los pies de Émery al suelo, mientras sigo sosteniendo su peso rodeando su cintura con el brazo izquierdo. Con la otra mano saco las llaves de mi bolsillo y abro la puerta. Regreso a mi postura anterior y elevo a Émery en mis brazos otra vez.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora