~Capítulo Treinta y siete~

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Narra Niall

Me quedé estático en el umbral de la puerta.
¿Qué demonios había sucedido aquí?
Parecía que un tornado había entrado a destrozar exclusivamente esta habitación, y luego se había marchado sin más. ¿O acaso alguien intentaba robarnos? Esa última posibilidad me puso los pelos de punta. Caminé despacio, esforzándome por provocar la menor cantidad de ruido, en caso de que el intruso aún estuviera escondiéndose en el interior.
Cojines que en su momento debieron estar sobre el sillón, pequeños adornos que formaban parte de la estilizada decoración del lugar y un jarro hecho añicos, poblaba el piso de diminutos vidrios. La mesa al igual que las sillas, estaba volcadas en distintas direcciones.
Esto ya era extraño.
¿Qué clase de criminal, derrumbaba absolutamente todo a su paso?
Oí una segunda respiración. Entrecortada, dificultosa, como si...

-¡Louis!- me sobresalté, al verlo desparramado en el suelo, con una parte de su espalda en contra de la pared y la cabeza caída hacia un costado.
Me aproximé con cautela, no quería alarmarlo.

- Hey, ¿estás bien?- flecté mis rodillas hasta quedar a su altura.

Negó pausadamente.

Me ubiqué a su izquierda, temiendo que se hubiese enterado de una noticia realmente fatal.

-¿Qué ocurre?-

Se reincorporó con lentitud, secando su rostro con el dorso del brazo.

-Está...enferma.- respondió con voz rota.

Tragué saliva.

-¿Quién?-

No estaba convencido de desear, conocer esa respuesta.

-Emma.- musitó.

Apreté los ojos, revolviéndome el pelo.
Joder. Joder. ¡Joder!

-¿Ella te... te lo dijo hoy?- balbuceé, advirtiendo que mi estómago se encogía.

De pronto, una a una las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar entre sí. Cobrando sentido por su cuenta. Por eso Emma se escabullía, se distanciaba de Louis, y por eso Jane se había afligido al saber que ambos charlarían esa tarde. Porque ella estaba al tanto de lo que su amiga padecía, y no era complicado adivinar, que sería una de las pocas.

-Así es.- arrastró su muñeca por su nariz. -Tiene leucemia.-

Dios santo.
Solo entonces reparé en sus nudillos ensangrentados, y en que había sido él, quien había puesto el recinto, patas arriba.
No lo criticaba.
Quizá mi reacción habría sido muy similar si...
No.
Tan simplemente pensarlo se me ponía la piel de gallina.

- Ven acá, hermano.-

Me eché uno de sus brazos por encima de los hombros, y con los míos lo auxilié, hasta ponerlo de pie.
Lo guié hacia el baño.
Abrí el grifo del agua, dándole a entender que debía sumergir sus manos ahí, para quitar los rastros del líquido rojo y limpiar las heridas.

Se sentó sobre el indoro, al tiempo que le tendía una toalla.

-Gracias.- quebró el silencio, que había reinado durante todos esos minutos.

-Voy a recoger ese desastre.- avisé.
- Deberías darte una ducha. Destensar los músculos y despejar la mente, ya sabes.-

Asintió, estando de acuerdo.

-Déjalo. Yo lo levanto más tarde.- aseveró.

-Da igual. Yo lo haré.-

Un sutíl atisbo de sonrisa, asomó en su boca, mas no logró formarse totalmente.

Moments∞ || Louis Tomlinson  #PBMinds2016 #EMPawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora