~Capítulo Treinta y nueve~

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(Cuando veas el símbolo de un alto parlante a tu derecha, presiónalo.)

Narra Emma

Louis siquiera me dio espacio para agregar algo o ejecutar ningún tipo de acción. Arremetió, empotrándome contra la pared. Sus labios aprisionaron los míos con tal ansiedad y desesperación, que no fui capaz de negarme o detenerlo.
Mis manos hallaron rápidamente su posición en la zona posterior de su cabeza, al tiempo que las suyas, se anclaban con firmeza a mi cintura, pegando nuestros organismos tanto como le fuera posible.
Fui pausando el beso de manera paulatina, tornándolo más pacífico, más sereno y entregándole eso mismo a él.
Aproveché la diminuta distancia que creó para recuperar el aire, con el objetivo de cerrar la puerta, la cual permanecía abierta hasta el tope.
Regresé a mi antigua ubicación en seguida, descansando una mano sobre su pecho y juntando nuestras frentes.
Sus dedos acariciaron mi mejilla con parsimonia.

Sonreímos sin la necesidad de hacer uso de un lenguaje hablado.

-Puedes pedirme lo que quieras, excepto que me aleje. Porque simplemente ya no puedo hacerlo.- murmuró.

Busqué su mirada que conectó con la mía de inmediato.

-Entonces no lo hagas.- respondí a su mismo volumen.

Una preciosa sonrisa ocupó todo su rostro y destelló en sus ojos. Deslicé mi mano por su cabello, despejándolo totalmente.

-¿Segura de que no estás drogada?- bromeó.

Negué riendo.

-Segura.-

-¿Tampoco has fumado nada extraño? Estoy preocupado.-

Arrugué el ceño, pensativa.

-¿Es el amor considerado una droga?- cuestioné.

Carcajeó.

-Veamos.- apoyó ambas manos sobre el concreto, encarcelándome por completo entre éste y su anatomía.
-Adictivo, te eleva hasta las nubes, confunde tus sentidos, te quita la cordura y superarías cualquier límite por un poco más.-

Bajé la vista, reprimiendo la risa.

-Pues sí, lo es.- concluyó.

-¿Quieres decir que somos unos drogadictos?- alcé las cejas.

Asintió despacio.

-Los peores.-

Posé todo el equilibrio y peso de mi ser, en la punta de mis pies, quedando a la altura perfecta para alcanzar su boca.

-¿Dónde están los otros habitantes de este lugar?- inquirió, a escasos milímetros de mi cara.

-En el cumpleaños de una antigua compañera de preparatoria.- repuse

Su expresión se volvió insinuante.

-¿Y elegiste quedarte sola aquí?-

-Tenía el presentimiento de que algo más interesante podría aparecer.-

Rozó nuestras narices.

-Bien hecho.- guiñó un ojo pícaro, para luego terminar de fusionar nuestros labios, en un beso repleto de emociones que finalmente eran libres al cien por ciento.
Basta de barreras, suficiente de excusas y omisiones. No podíamos, no queríamos frenar aquello que nos ataba con una intensidad inexplicable, a través de algo tan burdo como las palabras.

Mis brazos ascendieron hasta enrollarse alrededor de su cuello, en la medida que percibía cómo sus manos jugueteaban tentadoramente con el extremo de mi camiseta.
Conforme transcurrían los minutos, la temperatura se elevaba, llegando a puntos desconocidos hasta entonces.
Mis dientes atraparon su labio inferior como acto reflejo, cuando la yema de sus dedos acabó por acariciar directamente mi cintura, bajo la tela que antes la cubría, dibujando círculos imaginarios con sus pulgares.
Un gruñido de frustración escapó por la garganta del chico, encendiendo determinantemente, la llama que poco a poco comenzaba a coger fuerza.

Moments∞ || Louis Tomlinson  #PBMinds2016 #EMPawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora