Capítulo 14

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Mientras Federico se instalaba en el nuevo departamento de su tío que tenía tres habitaciones, dos baños y una gran sala de estar espaciosa que también hacía las veces de comedor, recibió una imagen por whatsapp de su amigo Martín.

Martín: Ey, hermano. S hora d bajar a la Diosa d las Santas dl pedestal. Hay cosas d las q creo no stabas enterado.

Federico: ¿Dé q hablas, idiota?

Martín: Mirá la foto q t mand.

El mundo de Federico esa tarde, se paralizo y se deslizó con violencia hacía el mismo infierno. No podía ser cierto. No Lucía. El la conocía...

Pero... ¿La conocía de la misma forma en la que no sabía que escribía y que estaba en el período del colegio?

No podía haberlo engañado y mentido de esa forma. Lucía no era así. No podía ser ella.

Quizás, y solo quizás, era un photoshop. Algunos de los chicos le quisieron jugar una broma de mal gusto. ¿Pero hasta que punto puede ser tan bueno el PhotoShop?

Rayos, le había advertido. Le había dicho, que abandonara esta locura y sacara el artículo del diario. Pero su maldito orgullo era igual o más terco y tozudo que ella misma.

- ¿Qué pasó, pibe? ¿Viste un fantasma?

- Algo parecido. Ya vengo. – Tomó las llaves de su auto y se dirigió a la escuela.

A esta hora estaban saliendo del colegio, por lo que no tendría que esperarla. Estacionó el auto en la entrada esperando a que saliera y subiera al colectivo pero, conociéndola como la conocía si se había enterado de la foto caminaría hasta su casa para enfriar su temperamento.

Esa era su duda, por qué siempre lo calmaba y no lo dejaba salir libremente. Por qué no contaba las cosas, no se abría a las personas y hacía catarsis con ella. Cada vez que la observaba de lejos, tenía la sensación de que era una chica muy distante, y no se equivocaba. Era sumamente distante, pero emocionalmente. Muy pocas veces se filtraba alguna emoción en su rostro, y solo lo hacía cuando la presionaba demasiado. Y casi siempre el único sentimiento que emergía de su rostro era el enojo. Nunca lograba sacar nada de ella. Había construido a su alrededor un muro perfectamente construido, imposible de derribar. Y los engañaba a todos con su mirada dulce, nadie que mirara a sus ojos diría que es tan lejana a los sentimientos. Mantenía su fachada impenetrable siempre, sonreía pocas veces pero cuando lo hacía tiraba cada una de sus barreras. Estaba resignado a intentar descubrir si ese día estaba feliz, o triste.

De igual manera, con intentar descubrir su verdadera personalidad. ¿Era capaz de hacer algo así?

Existía una gran posibilidad, pero su corazón se aferraba a la idea de que ella era una santa. Si fuera así, le había mentido y reído en su cara todos esos meses.

Federico empezó a ver rojo, y de milagro distinguió a Lucía caminando apresuradamente con sus auriculares verdes decidida a llegar a pie a su casa. Iba a bajarse para interceptarla, pero tenía planeado sacudirla varias por ser tan malditamente fría y si se conocía a los dos estando juntos en una pelea, saltarían chispas y crearían una gran escena. Y la imagen de Lucía no lo necesitaba en este momento.

La siguió con su auto a una distancia prudente, pero de repente se desvió y Federico se confundió. ¿A dónde rayos iba? Ese no era el camino a su casa.

¿Se iría a encontrar con el idiota de esa foto? ¿Lloraría en su hombro y compartiría sus penas con el de la misma forma que compartieron cama?

Los dedos del muchacho se pusieron blancos por la fuerza con la que agarraba el volante y lo soltó. Miró a Lucía que se estaba sentando en uno de los bancos de un parque a los que solían venir cuando estaban aburridos a jugar a la pelota, a pesar de que el era horrible jugando y ella jugaba mejor que varios de sus amigos, según ella por culpa de su cuñado.

VORÁGINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora