Lucía clavó su mirada irritada en la horda de adolescentes que se acercaban emocionados a la puerta del colegio San Martín, y rodó sus ojos. La escena le parecía de lo más ridícula y fetichista. Y ella odiaba el fetiche. De hecho, lo evitaba como si fuese la misma peste Bubónica. Suspiró agotada y se dirigió hacía unos pequeños troncos cortados que hacían de pequeños y agrestes bancos, y se dejó caer.
A los pocos minutos de paz que había conseguido, se acercó una pequeña pelirroja con nariz respingona y cara de inocente.
- ¡Lucía! ¿Cómo has estado? – Acto seguido le dio dos besos y se sentó a su lado, sin ver donde apoyaba su uniforme nuevo, que consistía en una falda escocesa y la camisa blanca con la corbata a medio hacer.
- Bien, Ana. He estado bien. ¿Y tú? – Y fue todo la motivación que necesitó su mejor amiga, para relatarle con pelos y señales sus vacaciones.
Era algo habitual en ella; hacer las preguntas exigidas por la amabilidad y la buena educación, fingir interesarse por las respuestas y luego, abocarse completamente en sus historias y narraciones dejando de lado lo que la otra persona tuviera que decir.
A decir verdad, Ana tenía la misma memoria que un gusano. Era terriblemente dispersa y rara veces le importaba algo que no fuese su novio Lucas. Habían estado de novios desde los once años, nadie sabe si por costumbre o por verdadero amor. Aunque a esas instancias ya no importaba, se peleaban todo el tiempo. Eran la típica pareja con una relación amor-Odio que se separan y vuelven. Se separan y vuelven.
Para el resto del mundo era romántica la idea de pelear por el amor. Para Lucía, era estúpido. No entendía la motivación tan fuerte y propensa a las emociones drásticas, que movían a sus amigas a convertirse en simples cuerpos dirigidos por sus respectivas parejas.
Era como si desde el momento en el que aceptaron ser novias de esos muchachos, les hubiese entregado su capacidad de razonar y actuar por sí mismas.
Para Lucy era bochornoso y patético. Realmente se avergonzaba de haber soñado con el "Principe" desde pequeña. Si eso era el amor, ella no lo deseaba ni por asomo. Estaba bastante cómoda con su vida; tenía una madre cariñosa, una hermana insoportable, un pequeño auto, un trabajo decente, buenas notas en la escuela, asistía a la iglesia todos los domingos y cada vez que podía ayudaba en un comedor infantil para niños huérfanos.
Tenía unos planes magníficamente trazados de los que se sentía orgullosa; terminaría la secundaría, seguiría la carrera de Productora de Cine, se graduaría y pelearía con uñas y dientes por el puesto más alto que se le presentara. Luci no era una persona que tuviera problemas para conseguir lo que quería, todo lo contrario; tenía una fuerza de voluntad tan fuerte que muchas veces pasaban como cabezonería o terquedad. No le importaba demasiado lo que decían de ella, o eso creía. "Si vas a ser visionaria, tienes que acostumbrarte a tener oposición." Se repetía siempre cuando la criticaban. Ya que todo tipo de críticas para ella, eran infundadas y malintencionadas.
Por lo tanto, su personalidad chocaba drásticamente con la de su amiga que tendía a importarle un comino todo, siempre y cuando le prestaran atención y le dieran todo lo que ella quisiera. Pero Lucía no la podía culpar, Ana se crió toda su vida como hija única, a la que le concedían todos sus deseos. Sus padres no eran realmente padres, eran hadas madrinas que se movían al son de los deseos de su hija. Habían criado a un pequeño monstruo que cada vez exigía más y más, como si estuviera en la obligación de las demás personas darle todo lo que ella pidiera.
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VORÁGINE
RomanceCon un vida perfectamente normal y controlada, Lucía se sentía completamente cómoda y feliz. Pero lo que no sabía es que el destino llega en forma de Vorágine a arrasar con todo y provocando que solo las cosas buenas y firmes quedan intactas. En ca...