"Soy yo..."

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Lucía:

He estado escribiendo esta carta desde hace mucho tiempo, mucho más del que te imaginas.

Tal vez, nunca lo entiendas; pero yo ya te veía, aun antes de que todos te vieran. Me quedé asombrado de tus ojos, me robaron las palabras aun cuando sabes bien la facilidad que tengo con ellas. Me quedé callado, ¿Qué más podía hacer?

He estado anhelando este momento, en el que por fín te hablara. Sé que una carta es muy poca cosa, pero créeme, te conozco y sé que es la mejor forma de hacerlo. Ahora no lo entiendes pero pronto lo harás.

Puede parecer un poco acosador, y lo es. Te he estado observando todo este tiempo, pero no me temas. Nunca te haría daño.

Posiblemente no me quieras como protagonista en tu vida, o ni siquiera me recuerdes... pero quiero contarte una historia que tal vez, y solo tal vez refresque tu memoria...

Lo recuerdo claramente, era un día frío y tú ibas caminando sola por la calle, te estaba mirando como siempre desde lejos para no interferir en tu vida pero siempre tratando de llamar tu atención. Estabas muy triste, sumamente triste, entendía perfectamente cómo te sentías.

De repente, te frenaste en seco, miraste la carretera con cara lúgubre. Seguí tu mirada y mi corazón se paralizó; venía un auto a toda velocidad. Sé que era imposible que el auto te atropellara porque tú estabas en la vereda, pero noté tu intención, la noté; querías tirarte bajo las ruedas de ese auto, y me desesperé...

No podías irte ahora, no era tú tiempo. Aún nos quedaba miles de cosas por vivir, tenía miles de cosas que decirte, que mostrarte, que hacerte vivir. Susurré tu nombre, y me escuchaste aún cuando yo estaba demasiado alejado de ti  Observé como clavaste esa mirada de ojos marrones en mí, como si fuese una película.

Me estabas mirando, y por fin; nuestros ojos se encontraban.

Te frenaste. Dudaste. Tu mirada puesta en el coche vaciló. El vehículo pasó a toda velocidad sin percatarse de nada. Y yo, ya era feliz. Sabía que no lo ibas a hacer. Sé que querías seguir luchando, pero no sabías como hacerlo. Habías perdido la teoría.

Caminé a paso lento, y aunque te pareció extraño que supiera tú nombre, te giraste totalmente a verme, sé que llame tu atención. Siempre lo hago.

Volviste a mirar la calle; pudiste haber saltado, pasaban miles de autos. Pero no lo hiciste, porque aunque, querías ignorarme como a cualquier otro transeúnte, no podías. Había algo que te atraía a mí, y ese era mi amor. Y te aseguro que él puede lograr cualquier cosa.

Me paré a tu lado, y tomé tu mano; estaba fría y un poco entumecida. Abriste tus ojos y vi el miedo en ellos, la duda y la esperanza. Te sonreí y te dí un abrazo, te sentías tan bien entre mis brazos, siempre había soñado con eso. Sentí como todo el amor que te tenía envolvió tu alma y dejé que lo hiciera, para eso estaba. Para eso lo había cuidado todo este tiempo. Pero te apartaste, y con razón. No me conocías, me habías visto unas pocas veces solamente, y eso no bastaba como para permitir un abrazo. Pero iba a seguir esperando, toda tu vida. Porque te amaba, te amo y te amaré, aunque no te des cuenta, no lo veas o te interese.

Me separé, aún seguías dudosa. Extendí mi mano dándote un papel con una dirección postal escrita allí. La miraste extrañada.

- Háblame. – Te dije. – Te estaré esperando, por siempre.

Mi voz te sorprendió, noté como tus ojos no se apartaban de mí. Pero entendí que no podía quedarme, porque tú no lo querías. Descubrirás, con el tiempo, de que yo soy un caballero ante todo. Y que eres tú la que elige.

Por mí parte lo único que me queda por decir, es que esperes mis cartas. Esta es la primera de muchas más.

Te adoro eternamente. 

Soy yo...


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