- Lucy, levántate te he dicho. ¡Llegas tarde siempre a gimnasia! – Lucía bufó, mientras se abrazaba a su almohada con añoranza. Su noche fue literalmente horrible, llena de culpas y miedo a los que finalmente cedió.
- Esa es la idea, mamá. Ni lo suficientemente temprano como para dialogar con alguien y correr, ni lo suficientemente tarde como para que no me dejen ni siquiera entrar. – Su madre rodó los ojos y le arrancó la almohada de sus brazos.
- Ni un segundo más, Lucy. Y es mi última palabra.
- Las dos sabemos que nunca cumples tus "Ultimas Palabras".
Se levantó arrastrando su cuerpo con cansancio. Su vida apestaba totalmente.
Café, este cuerpo necesita café. Ya.
Se movió como un zombie hacia la cocina, a la velocidad de una tortuga solo para fastidiar un poco más a su madre, y mientras preparaba el café rememoró los acontecimientos del día anterior y una sonrisa tonta se formó en su cara.
- ¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos por aquí? – Rodó los ojos a la mirada inquisidora de Analia, y escondió su sonrisa. – Mmm, al parecer la pequeña Lucy está soñando despierta. Y la pregunta del millón es, ¿Con quién soñara nuestra niña? – Se rio encantada. – Ah hija mía, me encanta este muchacho. Es perfecto para ti, además cuando te mira le brillan sus ojitos. ¡Es una monada! Yo que tú, no lo dejo escapar ni de chiste.
- Basta, mamá. Fred es solo un amigo. ¡Deja de hacerte ilusiones! Nunca vamos a ser nada. ¿Me oyes? Nada.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué dices eso, hija? – Se le acercó y le miró la cara desde cerca. Ajá detector de mentiras activado.
- ¡Porque no tenemos absolutamente nada en común! Y siempre nos terminamos peleando, porque él es un completo idiota. – Su madre rodó los ojos y suspiró.
- O porque tú eres una completa histérica. – La chica abrió sus ojos ofendida. – Oh has silencio, pequeña. Te he visto, y analizado en profundidad y este chico te encanta. Pero por algún motivo en esa linda cabecita que tienes, no lo quieres admitir, y muchos menos intentarlo. El que no arriesga no gana, y tú, - Suspiró y negó con la cabeza.- Tú vas a terminar perdiendo como las mejores.
- ¡No soy ninguna histérica, mamá! Yo solo, solo... - Empezó a balbucear. Y la mirada de Analia se endureció.
- Entonces, si no quieres nada con ese muchacho, deja de darle ilusiones y corresponderle. Te prohíbo hacerle daño, ¿Me oyes? Es un buen muchacho, y no merece sufrir por tus caprichitos egoístas. Y te lo estoy diciendo en serio, Lucy. Aléjate de él si no lo quieres. – Giró enfadada y se dirigió hasta la habitación moviendo las caderas como de costumbre
Lucía sacudió su cabeza, no podía hacer eso. No podía simplemente quedarme con Fede, ella..., le haría daño. Siempre todo le salía mal, y eso incluía que lo suyo no funcionara de ninguna manera y todo terminara siendo horrible para los dos.
Era mejor prevenirlo a tiempo, y marcar distancias. Y sobre todo, mantenerse firme ante sus ojos
Tomó el café rápidamente, y marchó hacia su habitación para cambiarse y asistir a la clase de gimnasia.
- ¿Por qué tan concentrada, pequeña arisca? – Lucía se da la vuelta rápidamente, sorprendida por la voz que le hablaba al oído y se encontró con su sonrisa de medio lado. ¿Qué hace acá?
- ¿Qué estás haciendo aquí, Fede? – Mantuvo una postura fría, en contraste de cómo se sentía realmente. Una tonta y completamente embobada chica que quería saltar a sus brazos, y disminuir tantas distancias.
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VORÁGINE
RomanceCon un vida perfectamente normal y controlada, Lucía se sentía completamente cómoda y feliz. Pero lo que no sabía es que el destino llega en forma de Vorágine a arrasar con todo y provocando que solo las cosas buenas y firmes quedan intactas. En ca...