Capítulo 23

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Lucía caminó distraída por las veredas de su calle, mientras revisaba el celular y volvía a llenar de mensajes el whatsapp de Federico. Desde que salían, había empezado a utilizar dicha aplicación con mas frecuencia que antes. Por lo tanto no tenía ni idea de por qué no le contestaba. Se estaba desesperando.

Y la extrañaba totalmente, Federco jamás podía dejar de dar su opinión en una discusión. Iba contra su naturaleza. De hecho, había estado esperando toda la noche a que la llamara, o fuese a su casa a decirle las razones por las cual el creía que, como siempre, ella estaba equivocada y el tenía la razón.

Por alguna extraña razón sabía que algo malo había pasado. Tenía esa extraña sensación desde ayer por la noche, y estaba tremendamente inquieta por ello.

Guardó su teléfono cuando estaba llegando a su casa y hurgó en su bolso en búsqueda de las llaves ya que su madre se había ido ayer a cuidar de sus sobrinitos mientras sus padres viajaban por trabajo.

Pero su mundo se vino abajo cuando, levanto la vista, vio a Federico totalmente magullado y herido tirado en hall de su casa. Corrió hacia el sin dudarlo en un instante.

¿Qué demonios había pasado con él?

¡Lo sabía! Su presentimiento no se equivocó.

- ¿¡Federico?! ¿Qué te paso? ¿Estás bien? Mírame... - Trató de tocar su rostro pero el chico siseó del dolor, y se apartó inmediatamente.

Lucía suspiró, lo tenía que llevar al hospital. Urgente.

- Fede, escúchame, mi amor. Te voy a llevar al hospital. ¿Me oyes? Pero me vas a tener que ayudar tratando de levantarte y caminar cuando te diga. ¿O prefieres que llame a la ambulancia? - El chico negó levemente, y un escalofrío recorrió el cuerpo de Lucía.

Su rostro estaba destrozado.

Levantó su remera levemente sonrojada y ahogó un grito. Su estomago estaba en las mismas condiciones o tal vez más. Quién fuera que le había hecho esto tenía una fuerza bruta.

Lo ayudó a entrar en la casa mientras pequeñas lágrimas de dolor salían del rostro de Federico. De repente, la vista de Lucía se nubló por las mismas lágrimas. No soportaba verlo sufrir. Lo recostó con cuidado en el sillón de la sala, y Federico gritó del dolor.

- Oh Federico, tranquilízate. - Dijo entre sollozos mientras el chico le limpiaba la mejilla haciendo mucho esfuerzo. - No, no. Quédate quieto. ¿Sí? Ya vengo.

Corrió hasta el garaje para darse cuenta de que su auto estaba roto y su madre se había llevado el de ella. No tenía ningún medio de transporte. Se subió de igual forma al auto tratando de arrancarlo pero el motor solo hizo un sonido ahogado. Lucía le dio puñetazos al volante con rabia. ¿Cómo lo llevaría ahora?

Su madre estaba cuidando a los niños, y no podía dejarlos solos. El no tenia amigos, y ella tampoco los tenía. Dios Santo cuanto se arrepentía de ser tan antisocial.

¿Y si llamaba a sus padres? No, mejor no. No sabría lo que sus padres harían con él.

Pero, estaba su tío. Pero, ¿Cómo se iba a comunicar con él?

Volvió corriendo hacía el living, y revisó en sus bolsillos dando con su teléfono celular. Qué no tenía batería. Corrió hacía su habitación desesperada y lo cargó, la desesperación corría por sus venas mientras el aparato se encendía con total lentitud. Buscó entre sus contactos y mensajes y por fin lo localizo. Le dio a llamar y el sonó dos veces antes de que alguien alzara el tubo.

- ¿Federico? ¿Dónde carajos te has metido? ¿Qué te pasó?

- No soy Federico. - Dijo con un hilo de voz. Carraspeó la garganta. - Soy Lucía, una amiga, y está conmigo pero muy mal herido. Y no tengo formas de llevarlo al hospital, podría alcanzarnos hasta uno. ¿Por favor? Se lo ruego, le duele mucho y...

- Calma. Voy de camino. Pero necesito que me des tu dirección. - La castaña asintió y se lo proporcionó.

Buscó su celular y su documento, junto a otras cosas que creyó importantes. Luego se sentó al lado de Federico, que entraba y salía de un estado de letargo para gemir de dolor. Tomó su mano, notando los nudillos destrozados y supo que el desgraciado que le había hecho eso no había salido totalmente ileso.

Tomó su mano, y la besó levemente, desesperada por no encontrar ninguna forma de aliviar su dolor.

- Lucy, me duele... la pierna... - La chica le acarició el cabello.

- Lo sé, ya viene tu tío. No tengo ninguna forma de llevarte al hospital, pero te juro que si los tuviera ya mismo te hubiese llevado. Lo siento, lo siento. - Besó su pelo y Federico se recostó levemente en el pecho de la chica, soltando unas pequeñas lágrimas de dolor por el movimiento.

Diez minutos después, sonó el timbre y la chica se sobresaltó. Intentó moverse pero Federico estaba encima suyo y si lo movía le dolería aún más.

- PASE. - Gritó con todas sus fuerzas, el tío entró por la puerta como una tromba y la chica suspiró de alivio al ver que era corpulento igual que Federico y lo iba a poder transportar con más facilidad.

- Dios Santo, podría matarlo ahora mismo por hacerle esto. - Se acercó a su sobrino y trató de levantarlo. Pero gimió de dolor. - Lo siento, pibe. Pero te va a doler el transporte hasta el auto. No hay otra alternativa.

Lucía los siguió detrás mientras lo metía en el auto, y supo que toda su cuadra estaba mirando por la ventana tratando de ver que pasaba.

- Lo voy a subir a la parte de atrás, para que esté más cómodo. Si quieres puedes ir con él, o en el asiento de adelante. - Lucía negó con la cabeza.

- Voy atrás con él. - Su tío sonrió levemente y asintió.

El viaje hasta el hospital más cercano se hizo insoportablemente lento, a pesar de estar ubicado a poca distancia de su casa.

Federico empezó a gemir de dolor.

- La p..pierna y el braa.zo.. Duelen. - Lucía le acarició el cabello desesperada.

- Por favor, apúrese. Le duele. - Si tío asintió.

- Usted... -Inició dudosa. - ¿Sabe quien le hizo esto?

- Sí. - La miró por el espejo retrovisor. - Su padre. ¿Cómo llegó a tú casa? - Los ojos de Lucía se abrieron de par en par al escuchar la respuesta. Miró a fede y sus ojos se empañaron.

- No lo sé. Llegué de trabajar a la hora del almuerzo y el estaba sentado en los escalones de la entrada de mi casa. Pudo haber estado toda la mañana allí.

- ¿No viste su auto? - Lucía negó. - Entonces, algo pasó con su auto. Anabel me contó que salió en el, y que estaba herido. Pero nunca pensé que tanto.

- ¿Le habrán intentado robar el auto al verlo en ese estado? - Su estómago cayó al imaginárselo.

- Eso explicaría su estado, pero no lo sabemos. Cuando se mejore nos lo contará. - la chica asintió y llegaron al hospital.

Su tío tuvo que pelear con la guardia de emergencias para que lo atendiesen con rapidez ya que no se sabía si tenía lesiones internas o alguna contusión grave. Finalmente, lo trasladaron del auto a una camilla más cómoda mientras Federico gemía despacio. Finalmente abrió sus ojos y la miró.

- Te quier... - Su voz se desvaneció cuando los enfermeros trasladaron la camilla hacía el interior del edificio.

- Yo también. - Murmuró la chica en silencio. - Yo también.


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