- ¿Vas a ver de nuevo esa bendita película? - Amelia frunció el ceño mientras subía el volumen y lo ignoraba rotundamente.
Pedro suspiró y sentó a su lado en el sillón. Había perdido la cuenta de todas las veces que había visto las escenas finales del Diario de Noah.
El mismo beso. La misma lluvia. La misma promesa tácita e inquebrantable de amor eterno.
Y Amelia seguía viéndola como si fuese la primera vez.
Bufó. El protagonista ni siquiera era tan lindo. Y necesitaba afeitarse. Se pasó la mano por su mejilla suave preguntándose si tal vez a Amelia le gustaba el vello facial.
- ¿Te gustan los barbudos? Por que sabías que la barba contiene...
- Voy a abrocharte la boca. - Se quedó callado. Reprimió un suspiro, no muy seguro de qué reacción provocaría.
Un momento. ¿Y qué le importaba a él la opinión de Amelia? Tal vez le gustaran los rebeldes.Hizo un sonido con su boca. Recordando al burro de Shrek cuando iban en la carreta en la primera parte de la segunda película.
Amelia ni se inmutó. Lo volvió a hacer.
Nada.
Se empezó a mover en sillón recubierto con plástico. La vio achicar los ojos.Eso no era intimidante. Sonrió de nuevo como un niño. Empezó a silbar suavemente al ritmo de una canción de Sandro. Seguro lo recordaría.
- Nunca me gustó Sandro. Y te aseguro enormemente que la banda sonora es mucho más afinada que tú. Cállate. - Pedro reprimió una sonrisita.
- Oh, ¿Estaba cantando una canción de Sandro? No lo he notado.
- Silencio.
Federico entró con la mirada perdida en su celular y el ceño fruncido.
- ¿Amelia? Lucía todavía no...
- Federico. Voy a quemar tu biblioteca si no guardas silencio.
- ¿Qué he hecho ahora? - Preguntó con expresión inocente. Pedro negó con la cabeza.
- Estoy mirando la película...
- Pero Lucía no...
- Miro la película. - Decretó con tono monocorde.
- ... ha llegado... - Replicó Federico.
- Es el final. - Aclaró Amelia
- ... Y ya la has visto millones de veces...
- ¡A tú habitación! - Gritó Amelia y los dos hombres se estremecieron con expresión extrañada.
- Amelia el chico preguntaba si...
- Tú también. Déjenme mirar la bendita película en paz. - Unas lágrimas rodaron por sus ojos. Y los dos desaparecieron por la puerta del living como una exhalación. Amelia sonrió.
Hombres.
Se rio suavemente. Y la reprimió por miedo a que la escucharan. Si hubiesen visto sus caras.Se relajo en el sillón y siguió mirando a Noah. La verdad es que era guapísimo. Aunque lo afeitaría. Como Pedro.Frunció el ceño para sí misma.
¿Pedro que pintaba en esto? Nada.Lo apartó de su mente, y se concentró en la película.
Minutos después entró Lucía por la puerta principal contestando unos mensajes mientras sonreía suavemente. Inmediatamente Federico se materializó frente suyo.
- ¿Por qué tardaste?
- Nada importante. - Contestó evasiva y un poco seca. Federico no estaba perdonado por su escenita en el colegio ni de cerca.
- Como sea. - Concedió Federico con el ceño fruncido y reprimiendo la rabia. - ¿Con quién hablas?
- Nadie importante. - Mientras tanto dejó distraídamente su bolso en el sillón y saludó a su madre que estaba mirando Ghost de nuevo. Pasó por al lado del chico como si nada y fue a la cocina a comer algo. Estaba famélica. Su celular en la mesada vibró y Federico lo notó. También vio que Lucía le sonreía a la pantalla del celular como tonta.
No pudo evitar que su cerebro se fuera en elucubraciones y distintas hipótesis, cuál más catastrófica y dramática que la otra.
- Bueno, pequeña. Debido a que estás tan decidida a que te cuente mi sorpresa, lo haré. Con cierta reticencia, por cierto. - Se oyó un suspiro masculino con la famosa tonada cordobesa mediante el audio de Whatsapp mientras Lucía hurgaba en la heladera con el celular en la oreja. - Siempre has sabido que eres mi punto débil, bruja. En fin. Este fin de semana estoy allá. En tú casa. - Lucía se frenó en seco y sonrió abiertamente. - Bueno, para ser más exactos. Estoy a medio camino. Llego a las tres de la mañana pero voy a visitar a un amigo.
Lucía corrió como desquiciada hacía el living y volvió a reproducir el audio a Amelia que también sonrió encantada. Se levantaron con rapidez y despidiéndose prometieron que en algún momento del fin de semana largo, vendrían un rato. Y quizás, con una visita muy agradable.
Federico lo dudó seriamente. Empezaba a sentir de todo menos simpatía, ni nada remotamente semejante, hacía aquél cordobés de mala calaña.
De todas formas. ¿Quién demonios era? ¿Por qué Lucía no le había contado nada de él? ¿Lo estaría engañando tan descaradamente enfrente de sus narices aún sabiendo por todo lo que estaba atravesando él en esos momentos?
- De seguro tiene una explicación razonable. - Le aseguró su tío que se había quedado mirando la puerta después de la brusca retirada de las damas.
- Si, claro. - El sarcasmo no le pasó desapercibido a Pedro que se alejó riendo con dirección a la cocina.
- No cocinaron nada, tío querido. - Se oyó un quejido de frustración y traición desde la cocina,fue el turno de Federico de reír.
- Maldito cordobés inoportuno.
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VORÁGINE
RomanceCon un vida perfectamente normal y controlada, Lucía se sentía completamente cómoda y feliz. Pero lo que no sabía es que el destino llega en forma de Vorágine a arrasar con todo y provocando que solo las cosas buenas y firmes quedan intactas. En ca...