- No puedo creer que alguna vez diría algo así pero, las clases sin el Profesor Schmiters no son lo mismo. – Federico compuso una mueca irónica al escuchar hablar a la chica pelirroja con cara de niña. Estaban en el recreo junto con Lucía que estaba más entretenida comiendo su alfajor que en la charla de sus compañeros.
- Se siente como un pecado admitir algo así, cierto. Pero inclusive creo que le estaba tomando algo de cariño. – Admitió Sebastián el pirata mujeriego del curso.
- Creí que a los únicos seres que le tomabas cariño eran a los que usaban falda. – El grupo rio al chiste del rubio, que se llamaba Francisco y era el típico chico malo que jamás se tomaba nada en serio.
- ¿Qué sabes tú? Sus piernas se veían muy apetitosas en esa faldita escocesa. – Las chicas se carcajearon y se acercaron un poco más a Sebastián que sin duda alguna entre tanta atención femenina se sentía en su elemento.
- Entonces, su partida te debe haber dejado desolado. – Se compadeció una morocha que se aferró a su brazo con claras intenciones.
- Claro que sí. De hecho hice varios cálculos en su honor hasta las cinco de la mañana. – Su amigo Lautaro lo observó con expresión inocente y una sonrisa malvada que no concordaba en nada con su mirada.
- Pero, ¿No me habías dicho que te la habías pasado muy bien con esa chica la misma noche? – Sebastián tuvo el descaro de sonrojarse y Lucía lo empezó a observar y luego sonrió. La sangre de Federico se heló.
- No sé de que se supone que me estás hablando, imbécil. – La chica ocultó una sonrisa detrás del alfajor y observó a Estefania que estaba mirando el piso fijamente con cara de congoja.
- Ya sabes...
- Cállate, de una vez. Has el favor. – El tono helado que utilizó hizo que todo el mundo lo mirara fijamente.
- Está bien, hermano. Disculpa. No creí que te molestara un chiste tan inocente y normal como ese. Siempre te han divertido.
- Bien, pues ahora no. – Su mirada se dirigió hacía el lugar que había ocupado Celeste que ahora caminaba lentamente haciendo un esfuerzo por no correr. Lucía frunció el ceño y caminó detrás de ella. Federico, confundido y enojado fue detrás de ella.
- Me lo tendrías que haber dicho, así dejaba de hacer el ridículo delante de todo el puto mundo. – Le dijo con un tono glacial que hubiese congelado el mismo infierno mientras la detenía bruscamente.
- ¿Qué te tendría que haber dicho? – Dijo confundida e impaciente para irse. Miró por encima del hombre de Fede y vió que la chica entraba a los baños de la escuela. Apretó la mandibula.
- Que estás detrás del idiota de Sebastián como cada mina estúpida de este lugar. – Sus ojos se habían vuelto casi plateados, y parecían tener la dureza del acero. Lucía se enojó.
- ¿De qué rayos estás hablando, Federico? – Se zafó de su agarre pero Federico no se lo permitió. Le había visto la cara, mientras él como un idiota le daba tiempo para que se acostumbrara a la idea de estar en una relación y bla bla bla.
- Dios mío, eres rematadamente estúpida sin duda. ¿Quién te has creído? He perdido mi tiempo contigo, mientras tú le hacías ojitos a aquél intento fallido de ser humano. – Soltó su brazo como si le diese asco y Lucía no podía entender de qué estaba hablando y el por qué había reaccionado tan mal. Ni mucho menos qué lo había llevado a reaccionar de esa forma, cuando ni siquiera había intercambiado más de dos palabras con ese chico.
- A ver, escúchame un minuto. Primero; no tengo ni idea de qué estás hablando y muchísimo menos de qué se me acusa. Segundo; un solo insulto más infundado hacía mí persona y no me vuelves a ver ni el pelo. – Levantó una ceja en su dirección y Federico se enrabió aún más.
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VORÁGINE
RomanceCon un vida perfectamente normal y controlada, Lucía se sentía completamente cómoda y feliz. Pero lo que no sabía es que el destino llega en forma de Vorágine a arrasar con todo y provocando que solo las cosas buenas y firmes quedan intactas. En ca...