Capítulo 36

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Mientras Lucía pensaba en cómo ayudar a componer a la familia de Federico, este le daba vida a una nueva historia. Por fin, su inspiración había llegado. Aunque le costara un buen tiempo de inmovilización y aburrimiento para notarlo. Pero había valido cada segundo. Miró a Lucía preguntándose si se reconocería en la descripción de la protagonista de su nueva novela. No había querido ser tan obvio, pero cuando imaginó a la chica de la cuál se enamoraría su protagonista masculino, no pudo más que pensar en ella. Mal que le pesara. Y Dios sabía cuánto.

Era insoportable. Él lo sabía, pero de una forma buena. Una forma que te mantenía intrigado de cierta manera. Además de que adoraba ver como aprendía a ser romántica con él. Sus intentos eran profundamente halagadores. Y le había costado mucho trabajo lograr que ella se mostrara de esa forma, pero por lo menos ya no tenía que ponerla en una situación crítica para que soltara un te quiero.

Sacó la mirada de su computadora y la observó, estaba recostada en una manta y se echaba la siesta de su vida. Tenía la boca ligeramente entreabierta y ya había perdido la cuenta de las veces que él le había espantado algún insecto que se posaba ahí. Y de tanto en tanto, soltaba una especie de resoplido que se parecía a los bufidos irónicos que hacía despierta cuando no creía algo o no se le venía ningún comentario lo suficientemente sarcástico para decir.

― Lucía. Despiértate, que me aburro aquí solo. ― Sus ojos se movieron bajo sus párpados y finalmente abrió los ojos con somnolencia y cierta vaguedad registrando el entorno en el que se encontraba para luego clavar su mirada en él. Parecía un gato.

― Juega al buscaminas, hombre. Qué necesidad de interrumpir mi siesta...

― ¿Alguna vez te han mencionado que tienes un despertar horrible?

― Sí, mi madre, todas las mañanas. Pero tiene la delicadeza de prepararme el café. Tú no. No hay ninguna razón para ofrecerte mi amabilidad mañanera.

― ¿Soy... Tu novio? ¿Acaso eso no cuenta?

― En absoluto. A menos que me traigas un café, claro... Lo podríamos charlar.

― ¿Considerarías la idea, entonces?

― Ni por casualidad, pero tendría mi café. ― Federico se rió a mandibula batiente y le dio un beso.

― Eres tan graciosa. ― Lucía arqueó una ceja.

― ¿Graciosa? Pero, si estaba siendo sincera... ― Federico se volvió a reir, y decidió que extrañaría esas conversaciones y sus comentarios inteligentes como loco si algún día ella no estaba. La volvió a besar y ella sonrió.

― Bueno, puede que uno de esos me quite el mal humor tanto o igual que un café. Pero no te ilusiones.

― Bellas palabras para mis oídos. ― Lucía se rio y unas horas después levantaban campamento para volver a su casa. Lucía estaba hasta las manos de trabajos y estudios, y Federico ya se había reincorporado hace una semana al colegio y estaba igual de atareado que ella, ya que no había hecho ninguna tarea de las que Lucía le había traído. Obviamente que dicho acto, le costó un acceso de furia de su novia por ser... Bueno, varias cosas sin importancias. Algo relacionado con su madre...

El día finalizó con total normalidad, excepto por que su tío llegó con algunas cosas de su vieja casa.

― ¿Qué es?

― Cosas que logré rescatar. Puedes quedártelas si quieres, o si no las guardo o lo que sea... ― Desapareció de su cuarto dejándolo totalmente intrigado.

Sacó álbumes de fotos, puñados de cartas viejas un poco amarillentas, ropa de bebé, y chucherías en general. Suspiró, y abrió el primer álbum. Tal vez necesitaba esto.

En el aparecían sus padres en una fiesta cuando eran adolescentes. El acné en el rostro juvenil de su padre lo decía a gritos. Su madre se veía un poco desgarbada y todavía usaba esos frenillos. Se veían bien juntos. Había que admitirlo.

Se estaban mirando a la cara mientras se reían por algo que solo ellos dos sabían. Y viéndolos en ese momento, tan enamorados, tan llenos de vida, él hubiese apostado a que serían una hermosa y perfecta pareja el día de mañana. Distinto de la realidad que vivía hoy, una familia llena de hipocresía, donde su madre era una borracha y su padre un violento.

Se levantó con cuidado porque la pierna todavía le dolía horrores, y se dirigió a la sala donde su tío miraba Lo Que El Viento Se Llevó, según porque le gustaba el tema de la guerra, pero no sería la primera vez que lo veía moquear cuando Reth abandona a Scarlett.

Se sentó a su lado y su tío lo miró, mientras ponía en pausa la película. Él le extendió la imagen que traía consigo.

― ¿Qué pasó? ― Pedro lo miró impotente.

― No lo sé. Supongo que no pudieron ordenar sus prioridades. Y no supieron como manejarse en pareja. Ahí cada uno tiraba hacía donde más le parecía. Y vos quedabas en el medio, como siempre. ― Suspiró. ― Tu abuela siempre decía que eran dos niños jugando a la Mamá y el Papá. Era chico para entenderlo, pero ahora lo hago. Se rehusaron a madurar, Fede. Por miedo, cobardía, egoísmo, lo que sea. Pero hicieron daño a muchos en el proceso. Incluyendote.

Federico asintió, y volvió la vista a la imagen que descansaba en la mano de su tío.

― Es terrible. Parecían tener tanto futuro por delante.

― La mayoría de las veces no es una cuestión de suerte, o de bondad del futuro. Las decisiones que tomamos, pibe, son las que no llevan a donde vamos a estar el día mañana. Te equivocaste, pagas el precio, aprendes, y vuelves a comenzar. Pero algunos se quedan en las primeras dos.

― La situación no tiene arreglo, ¿No?

Pedro miró a su sobrino, era todo un hombre ya. Tenía experiencia, la vida le había apretado la soga al cuello muchas veces y sin embargo acá estaba. Preguntándose si había alguna forma de arreglar algo que el no había hecho. Y que de sobra, sabía que no tenía cura. Lo creyó un poco estúpido por mantener ilusiones, pero se corrigió de inmediato. El amaría volver a tener esa fe en todo.

― La vida es insondable, muchacho. Nunca vas a saber lo que te espera, intentar averiguarlo de cualquier forma es una estupidez. Además de que le quita emoción al viaje. Hace lo mejor que puedas hoy, pibe. Y mañana se verá... Mañana se verá...

VORÁGINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora