Capítulo 26

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Luego de instalarse nuevamente en su casa, o mejor dicho la de su tío ya que no tenía ninguna intención de regresar a la casa de sus padres ni de enterarse nada de ellos, se sumió en una rutina un poco aburrida pero bastante calmada de la cuál estaba bastante seguro que no quería abandonar. Por lo menos de momento.

Lucía iba a su casa después del colegio, para llevarle las tareas y resolverlas para matar el aburrimiento, aunque casi siempre terminaban hablando de cualquier cosa o escuchando música.

Aunque sus visitas eran sumamente cortas en comparación de las que el deseaba que hiciera, ya que su madre iba a buscarla temprano alegando que confiaba en los dos pero que no deseaba tentar su suerte demasiado.

Inclusive en las visitas de los fines de semana en los que a menudo se quedaba a almorzar o cenar, o las dos, siempre iba su madre, su hermana, o su cuñado, pero de las que más disfrutaba era las de Simón y Celeste.

Con Nicolás, no se llevaban para nada bien. Sus conversaciones siempre eran vanas y superficiales, con cierta tendencia a la hosquedad por parte de los dos. Lucía era la que siempre remontaba la charla, tratando de tornarla mas amena. Estaba seguro de que Nicolás lo veía como una amenaza, y decidió no tomárselo como algo personal ya que posiblemente actuase de la misma forma con cualquier chico que osara tratar de conquistar la atención de su hermanita, como solía llamarla a pesar de no compartir un lazo sanguíneo verdadero. De todas formas, le tenía respeto y ciertos celos, que lo dominaban cada vez que Nico daba a entender que conocía a Lucy más que él, por la misma razón. Aunque entendía que era perfectamente normal, pero el deseaba ser el único hombre que conociese como la palma de su mano a Lucía.

En cambio con su hermana la situación era totalmente diferente, Lisbeth siempre trataba de ayudarlo o contarle cosas sobre su hermana o su carácter para hollarle el camino, ya que conocía el temperamento sumamente reservado y taciturno de Lucía. Pero Federico, pese a la gran curiosidad que sentía con respecto al gran misterio que significaba la joven, rehuía a este método ya que le parecía moralmente incorrecto enterarse cosas de la chica, de otra fuente que no sea su propia boca. Además quería lograr que Lucía confiara lo suficientemente en él como para contarle esas cosas.

En esta oportunidad, la madre de Lucía estaba con ellos ya que su tío, mal que le pesara, estaba atiborrado de trabajo hasta por las orejas y solía llegar después de la cena, totalmente abatido con la fuerza necesaria para tirarse en la cama muchas veces con la ropa puesta, para despertarse antes que saliera el sol para volver a irse.

Notando esto, Amelia se compadeció de él y haciendo gala del alma generosa que compartía con sus hijas solía ir día sí, y día no, a su casa a limpiar y ordenar el departamento y prepararles algo de comida para que Lucía no tuviese tanto trabajo.

Federico se sentía sumamente culpable por eso, la chica se encargaba de cuidarlo y hacerle compañía e inclusive muchas veces arreglar su casa y prepararle de comer cuando nadie más lo hacía, después de un largo día de trabajo en la mañana, y escuela en la tarde.

Pero cada vez que trataba de sacar el tema, y obligarla a fuese a su casa a descansar como correspondía le decía que mantuviese su boca cerrada porque todo lo que hacía lo hacía porque le tenía muchísimo afecto, y era su forma de demostrarlo. El chico no pudo objetar nada con respecto a eso, y guardó silencio prudentemente.

El chico se sentó en una de las sillas de la cocina y miró fijamente a Amelia.

- ¿Qué miras? ¿Te acabas de dar cuenta que soy mejor partido que Lucía? Lamento decirte que estoy en una hermosa relación mi trabajo, querido. – Federico rio ante la ocurrencia de su casi suegra.

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