Capítulo 39

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Antonio pensó que habían llegado demasiado tarde y a punto estuvo de cejar en su empeño de seguir adelante. Aquel clon que le había robado su trabajo, su vida, y ahora amenazaba con manchar su nombre para el resto de la historia, daba la mano a ministros y altos funcionarios mientras se acercaba a los presidentes.

Y sin embargo Antonio entendió que algo raro estaba ocurriendo. Nadie atendía jamás al vídeo sobre los Tribunales porque se exponía una y otra vez, de forma ceremoniosa, en los colegios, institutos, universidades, centros de salud y todo tipo de lugares públicos. Pero tanto los ciudadanos como parte del séquito parecían observar, extrañados, las imágenes expuestas.

Primero intuyó que la voz era incorrecta. Desde luego no se trataba de aquel horrible mensaje en off al que estaba tan habituado; entonces se giró y siguió la mirada de la muchedumbre hacia los cielos. La pantalla mostraba toda una serie de personas trabajando en la construcción de la Ciudad Vertical. La imagen no tenía ni el color ni la fuerza del clásico documental, sino que parecía mucho más antigua e, incluso, daba pequeños saltitos como si el disco estuviese dañado. La voz que acompañaba al vídeo daba datos someros sobre la construcción de la Ciudad como el número de habitantes, de plantas o la organización en niveles.

Ya nadie atendía al recibimiento en la puerta del museo, todos estaban absortos con la mirada fija en aquel extraño vídeo, comentando en voz baja lo que veían, sorprendidos al toparse, sin previo aviso, con tamaña revelación, pues las personas que trabajaban en la construcción de aquellas mismas calles que ahora pisaban, los mismos edificios en los que vivían, eran casi todos hombres y mujeres mestizos.

La imagen se acercó a uno de estos trabajadores que, sonriente, se tomaba un respiro en sus labores y conversaba animadamente con el público a través de la pantalla. Explicaba que tenía familia e hijos, y que trabajaba duro para que pudieran ir a la universidad y formarse. Pensaban comprar un piso en uno de los nuevos edificios, tan alto como pudiesen para que estuviese bien ventilado.

La cámara seguía un recorrido hasta un grupo de personas ataviadas con antiguos ropajes y protegidos con un casco que levantaban esforzadamente grandes vigas de metal, que inclinaban hasta la posición vertical del perfil de un edificio. Entre los trabajadores había hombres blancos, negros, orientales, indios...

Todos quedaron estupefactos ante el descubri-miento que hacían, la Ciudad Vertical había sido construida por hombres y mujeres, puros y mestizos todos unidos y, al parecer, estaba destinada a servir de alojamiento a todos los habitantes de la vieja ciudad, como hermanos, en la paz y armonía que parecía que reinaba en aquel lugar que reflejaban las imágenes.

Un fundido en negro, que estuvo a punto de asegurar la oscuridad durante más tiempo del que muchos habrían podido soportar, dio paso a una visión desde el aire de la Ciudad. No había duda, se trataba del mismo lugar, del mismo perfil y los mismos edificios.

Los ciudadanos se miraban unos a otros con cierto aire de vergüenza, inseguridad y sorpresa. Los pilares de su Ciudad se iban desmoronando poco a poco. Mientras, la voz en off regresaba para extenderse por los altavoces de toda la Ciudad Ver-tical:

Como decíamos, los últimos desastres naturales causados por siglos de destrucción climática a cargo de las grandes empresas energéticas, harán imposible la vida sobre la faz de la Tierra en las próximas centurias, por ello todas las naciones han decidido agruparse en los grandes centros urbanos y promover la vida en altura. Estamos en condiciones de afirmar, en el año 2.542, que dentro de un siglo todos los hombres del mundo, europeos, asiáticos, americanos, oceánicos y africanos, vivirán en gigantescas Ciudades Verticales.

El documental continuaba realizando entrevis-tas a personas que se trasladaban a la capital para ocupar una nueva vivienda en uno de los enormes edificios que se estaban construyendo. Muchos de ellos, y también de los habitantes de la capital, eran negros, orientales, indios y de otras muchas razas de la tierra, y explicaban orgullosamente que sus familias llevaban siglos habitando esa ciudad y les costaría mucho abandonarla para trasladarse al cielo, pero si las condiciones de vida iban a ser imposibles allí abajo, ¿qué podrían hacer?

La ciudad verticalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora