XIII

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A la noche siguiente me dispuse a encontrar mi gorra, Nana estaba en el jardín atada y me aseguré de que tu dormías pinchandote el moglete con un palo, por lo que busqué por toda la habitación.

Lo curioso fue cuando llegué a tu cómoda.

Te avalanzaste sobre mi y me golpeaste con un bate de beísbol de plástico, lo que me daba risa en vez de dolerme, pero el hecho de que me huvieras sorprendido de esa forma me divertía.

No te bastó con demostrarme que eras increible, si no que además arreglaste mi valioso objeto.

Mentiría si dijera que por aquel entonces si sabía que era un beso, por lo que cuando me ofreciste uno tan solo me limité a esperar el objeto; me regalaste un hermoso dedal plateado y ante tal obsequio no pude evitar devolverte el favor.

Entre los miles de objetos de mis bolsillos encontré una piedra morada, la cual me pareció estar a la altura de ese beso; no tarde en cambiar de opinión.

Si, era una piedra preciosa, es por eso que no la iba a regalar, siento ser tan egoista.

Gwendolin Moira Angela Darling, tras darte lo peor que tenía y ver que te gustó confirmé mis dudas.

Tenías que ser parte de nunca jamás.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora