Llegó un momento en el que no me veía avanzar en el orfanato. Era acogedor y tranquilo, si, pero necesitaba algo más que me asegurara una cercanía a ti.
Una familia.
En ningún momento perdí el contacto con el profesor White, y a decir verdades, le quiero, tanto como se le puede querer a un padre, biológico o político.
Él quería mostrarme el mundo, yo quería descubrirlo; sin embargo, no podía marcharme sin más.
Salvo Tootles, ningún niño perdido sabía mi decisión, y este solía pedirme que no me marchara, asegurandome que nada sería lo mismo sin mí.
Por eso, pedí a Amanda una tregua.
Un día, un sólo día en el que Peter Pan, engreído, caprichoso, infantil y orgulloso hasta la médula, tomase el control por última vez.
Algo así como unas últimas palabras.
Y ella, como un hada madrina me lo concedió.
Tras eso, ni tú, ni Amanda, ni ninguno de los niños perdidos, volvisteis a saber de mí hasta que yo lo quise.
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Cartas a Wendy [#1.5]
Short StoryCartas dirigidas a la chica que nunca las llegaría a recibir. Acabando abandonadas en un pequeño cofre; y ahí, en el fondo del cajón, quedaron ocultos los pensamientos de Peter Pan. #472 historia corta 21/09/16