XXXV

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Cuando finalmente logré tocar la flauta de Pan a la perfección no dudé en ir a mostrártelo, sacándote de la cárcel de tu habitación y llevándote al lago de las sirenas, donde la música se escuchaba incluso más bonita.

Conociste a las niñas que dieron nombre a ese lugar, y al parecer, caíste en su trampa.

Te dije de ir a por el resto de niños perdidos, y me pediste que te dejara con ellas convencida, ¿cómo te iba a negar algo?

Que tonto fui al dejarte sola.

Al volver con toda la tropa me sorprendió tanto ver que te hundias, que simplemente no pude reaccionar.

Tuve tanto miedo de perderte, que me dió miedo moverme y salvarte.

Asher lo hizo por mi, y noté cómo mi corazón se estrujaba cuando le sonreiste agradecida.

Aunque no me dolió tanto cómo verte llorar, y tras echar a gritos a un trio de niñas mimadas te abracé, tanto rato cómo hizo necesario para que tus ojos brillasen de alegría, no de llanto.

Wendy, no llores nunca más.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora