XXXVIII

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Llegó Tigrilla, y al parecer, en un principio no te cayó del todo bien, ya que te marchaste de su jardín echando humo por las orejas.

Cuando fui a preguntarte el porqué, confirmaste mis dudas.

Estabas celosa de la niña india.

Y eso, implicaba que tú tambien sentías ese zoológico en la barriga.

De alguna forma, se me hacía imposible mirarte más de dos segundos sin enrojecer y Tootles se reía de mi por eso.

Con el tiempo conseguí controlar mi cara y sus colores, teniendo pequeñas conversaciones contigo en las que pensaba que me iba a ahogar de lo nervioso que me ponía.

Un día llegaste contenta por tener un teléfono, dandome el número.

No lo entendía, si tu no te ibas a marchar, ¿para que lo necesitaba?

En mi pequeño mundo, tu siempre ibas a mantenerte a mi lado, te hablase normal o a punto de morir de nerviosismo.

Lo tiré delante de ti para darte a ver que no lo necesitaba, ya que nunca te alejarias, aunque creo que lo interpretaste mal.

Wendy, en cuanto te diste la vuelta me agaché para recoger el papel.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora