XI

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Una ventosa noche de primavera, en la que ya te habías dormido y yo seguía sentado en el techo pensativo acariciando a Campanilla, mi gorra se escapó.

Cualquiera diría que no era más que una simple gorra verde, sin marca, rota y sucia, por no decir que empezaba a venirme pequeña.

Pero era lo único que me quedaba de mi pasado.

Mi padre me la dió personalmente una de las muchas noches que me enfadé con él.

Me la colocó en la cabeza, aunque me venía grande en ese entonces y caía sobre mis ojos, pero al levantar la vista vi a mi padre acercarse a mí, abrazandome.

"Te quiero Peter, no lo olvides"

"¡No lo haré, nunca!"

Mi gorra voló, adentrandose en tu habitación.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora