XXXIX

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Los siguientes años se me pasaron con una velocidad imparable, no sé a lo que se debía, pero cuando quise darme cuenta yo ya había cumplido los trece y tu habías pasado a ser lo primero y último en lo que pensaba cada día.

Habían momentos en los que llegué a pensar que a ti se te había olvidado ese sentimiento, ya que ni me mencionabas nada sobre eso ni me tratabas de manera diferente.

Yo lo hacía.

Te acompañaba cada noche y despertaba cada mañana en tu ventana con una enorme sonrisa, la cual tú eres la culpable.

Por no decir las veces que intenté mostrarte mis sentimientos, regalandote una piedra preciosa o la primera flor que nacía en primavera.

Aún así, no te dabas cuenta.

Estoy seguro de que lo tomabas como un gesto amistoso, sin embargo, yo no sabía demostrar como me sentía e interpretaba ese sencillo gesto como un mundo.

Tuve que haberte regalado más cosas, o haberte dicho directamente lo mucho que deseaba en la noche que saliera el sol para poder volver a verte; ya que ni las piedras ni las flores consiguieron mantenerte a mi lado.

Wendy, tú merecías más en otro lugar, y yo tenía muy poco que ofrecerte.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora