II

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Wendy, con lo curiosa que eres te preguntarás, ¿dónde va un niño roto?

La respuesta es muy sencilla, a un lugar dónde siempre se es feliz, dónde se vive sonriendo, sin los grises problemas que atrapan a las personas.

Busqué ese lugar.

Estaba cansado del orfanato, de todos los niños mayores que me miraban con lástima al llorar por las noches, de la directora Amanda, que me insistía en aceptar a una pareja como mis nuevos padres.

Y el día en que esa pareja iba a venir a por mí, me escapé.

Corrí, hasta adentrarme en profundidad al bosque que rodeaba el horfanato.

Caí, levantandome todas las veces que hacían falta hasta que mis piernas fallasen.

Lloré, tanto que llegué a pensar que saldría sangre de mis ojos.

Una gata me encontró.

Al parecer, ella estaba tan destrozada cómo yo, pero eso no importó. Se acercó a mí y como una preciosa hada se acomodó a mi lado; cabía entre mis manos y a penas sabía andar, lo que hizo que me preguntase.

¿Porqué tantos cortes y magulladuras en un animal tan pequeño?

Es curioso, ya que el lugar dónde no podían apagarse las risas comenzó con un niño triste y su hada abandonada.

Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora