VI

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Ese año, un niño de año y medio llegó al orfanato, saltando en una cestita y riendo sin saber que acababa de ser abandonado.

Su nombre era Max, de rizos marcados, ojos oscuros y unos mofletes que hacían que cualquiera se agachara a apretujárselos.

Nibs y yo lo encontramos en la puerta de rejas, justo en la entrada, le dimos la mano y le ayudamos a andar hasta el despacho de Amanda, dónde nos encargó que le vigilásemos.

¿Y cuál es la mejor manera de vigilar a un niño?

Diciéndole que crea en ti.

La verdad es que la entrada de Tootles a nunca jamás fue mucho más sencilla que con Nibs.

Acabé amando al adorable niño como a un hermano.

Nibs le veía más como a un hijo, y acabó teniendo un rol paternal con ambos.

Wendy, poco a poco estaba formando mi propia familia.


Cartas a Wendy [#1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora