CAPÍTULO 30: De vuelta a casa

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—Narra Rubén—

A eso de las seis de la tarde, ya nos estábamos despidiendo de nuestros amigos. Bueno, más bien fue un "hasta luego", ya que Luzu, Lana, Willy y Vegetta se quedarían en Madrid un par de días más. Podríamos decir que pronto nos veríamos de nuevo.

Luego de una hora, Lina y yo ya volvíamos a nuestro departamento. Literalmente, cuando abrí la puerta, me lancé al suelo sin dudarlo y empecé a acariciar el piso haciendo que Lina riera.

—Oh casa, te eché de menos —dije, dándole un beso al suelo.

—Dios mío, cuánto amor —escuché a Lina decir— ¡Raspy!

Ella cogió al animal y lo estrechó fuertemente, haciendo que el gato se quejara con un maullido e incluso intentó arañarle el brazo. Lina chasqueó la boca y dejó a Raspberry en el suelo, un poco decepcionada. La gata se acercó a mí y le acaricié el lomo suavemente. Sí, yo seguía acostado en el piso.

—Te extrañé mucho —confesé a la gata y acerqué mis labios para darle un beso en su cabeza—. ¡Puaj! —exclamé, limpiando mi boca con la mano.

— ¡JA! —se burló la chica, para luego sacarme la lengua. Comenzó a alejarse de mí, pero le agarré un tobillo y por muy poco la hacía tropezar—. ¡Rubén! ¡Suéltame! —zarandeó el pie sin lograr nada.

—No quiero.

Mi amiga me fulminó con la mirada y, para sorpresa mía, empezó a caminar con esfuerzo, llevándome con ella. Para ser más específicos, arrastrándome. Mi mascota nos seguía a paso lento, con una mirada curiosa en sus ojos gatunos.

—Esto es divertido —dije medio riendo cuando Lina recorría el pasillo que daba a la habitación. Sentí a mi amiga dar la vuelta y por consiguiente, me pegué en la cabeza contra el marco de la puerta—. Olvida lo que dije —agregué después, liberando el tobillo de Lina para poder sobarme la parte golpeada.

Lina volteó a verme y soltó una risita. Me ayudó a levantarme y sacudí mi ropa una vez en pie. Una vez terminé, pregunté:

— ¿Por qué me trajiste a la habitación?

— ¿Para qué crees tú?

Hice una cara pensativa y, finalmente, miré a Lina con perversión. Como lo predije, la joven se sonrojó hasta más no poder y golpeó mi hombro repetidas veces. Yo no paraba de reír.

— ¡ERES UN MALDITO CERDO! ¿Cómo puedes...?—

—Hey, hey ¡Pero si ni siquiera sabes lo que iba a decir! —repliqué sujetándole sus manos cálidas. Ella me miró con sus brillantes ojos azules, todavía con las mejillas rojas, como casi siempre las tenía—. Mi idea era poner una película y verla aquí, ya sabes, tipo noche de películas —incliné mi cabeza ligeramente y sonreí con malicia—. ¿Qué imaginaste que había pensado? —me iré al infierno por esto.

—No esperes a que te crea, Rubén Doblas —dijo sorprendiéndome.

—Pero no entiendo, ¿Qué pude haber pensado?

Esto de hacerme el inocente me resultaba muy cómico, porque de inocente no tengo nada. Y bueno, como ella no daba señales de querer hablar y sólo me miraba entrecerrando sus ojos, cambié de tema soltando sus manos.

—Entonces... ¿Estás de acuerdo con mi idea?

—Sí, sí estoy de acuerdo —respondió luego de unos segundos, dedicándome una sonrisa.

[...]

— ¡Oh! ¡Mira! Esa tipa es idéntica a ti —comenté, llevándome a la boca un puñado de palomitas.

Encanto Inexperto (Fanfic Rubius) (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora